Mango Biche

Éramos como dos lechuzas cuando cayó la noche, no hicimos más que esperar en el parque san pio a que algo pasara, parecía incluso que estábamos inmóviles desde el dedo más distante de mi pie, aprisionado por mis zapatos (no uso medias) hasta el cabello más alejado de Anna que por su color negro fácilmente me hacía creer que era uno con la noche o con los campos verdes –black like death- siquiera el viento hacia el protocolo de pasar entre nosotros, en sus ojos almendrados solo divisaba el deseo de que algo pasara, yo me entretenía leyendo –otra vez- un poemario que siempre me ha gustado, los perros románticos, tal y como nosotros pero nosotros somos más como liebres enamoradas y aunque a ella nunca le gusto Bolaño siempre se reía mientras me decía que éramos libres, no liebres. Realmente lo único de lo que soy libre es de planes.
Con un ojo pegado a mi lectura y el otro por el rabillo espiando, esperando a la mujer que a mi lado poco a poco me contagiaba con el vacío de su pecho, de la sensación distante en la cual me aterrorizaba lo lejos que estábamos, no era solo el silencio lo que me enfermaba porque incluso en él hay una sensación de escuchar algo si no el silencio del silencio, todas las cosas calladas como una tumba sin siquiera cadáver, la ciudad me calmaba porque a la distancia podías oír a los vehículos arrastrándose en las calles, incluso si prestabas atención podías escuchar la música en los bares y la gente disfrutando pero a medida de que las cosas estaban más cerca de nosotros iban poco a poco callándose (Como cayéndose) éramos como el epicentro del silencio paso a paso cualquier sonido iba disminuyéndose hasta el punto donde las palabras que me decía tenía que descifrar sus labios para escucharlas, como si ella tuviera un control remoto y le hubiera puesto mute a todo.
Poco a poco la ansiedad se volvió angustia y luego desesperación, creía que para siempre me iba a quedar en ese parque, mi trozo de infierno en la tierra donde las llamas no suceden pero si queman, cuando la desesperación llegó tuve que dejar mi lectura a un lado porqué ya no podía más fingir que al leer las palabras resonaban en mi mente, cada palabra, cada vocal al final del camino que tomaban por mis ojos terminaban en un silencio total, veo a lo lejos una montaña por todas las direcciones ya que esta ciudad es un valle, el horizonte es algo que no disfrutamos, había una en especial que tenía un incendio forestal en su pequeño bosque, algo controlado diría yo, me aliviaba esas llamas porqué me decían que las cosas seguían pasando, escucho el sonido parecido a un tambor cuando algo golpea, algo que se quiebra, feliz por el descubrimiento de las aves con sus alas hablándole al viento, de la señora de la casa de al frente regando las plantas con manguera y sonido, de la pareja discutiendo y el sonido de una cachetada plantada en la mejilla del hombre, supongo que le fue infiel. Cuando vuelvo en mi, me dispongo de disfrutar de todo lo que sucede con Annita pero cuando volteo a verla no es más que un cadáver pequeño desparramado en la banca que compartimos, al fin algo le había quitado el control y era un mango que había caído.

Disfruten mi palabra de dos años atrás.