Liliana
Increíblemente, nací el mismo día en que mi madre cumple años, así como para que esa fecha no pasara por alto. Desde entonces, tenemos dos tortas, cantamos dos veces el cumpleaños y soplamos juntas las velas cuarenta años después y hasta que Dios quiera.
De mi madre herede la inquietud de hacer, de crear, de soñar y quizás de enseñar. Ella tomaba un pedazo de papel arrugado y lo convertía en un juguete, un tesoro, algo para complacer mi niñez.
Pintaba y era feliz haciéndolo, a diferencia de cuando se sentaba en la maquina de coser y más pronto que tarde, perdía la paciencia.
También cocinaba delicioso, preparaba quesillos, tortas, ponquesitos, paletas y pare de contar. He allí una diferencia clave entre ella y yo (jajaja).
Amaba la jardinería, la floristería, bordaba, tejía, repujaba, tallaba y hacia collares; cualquier manualidad aun por inventar, ella la dominaba.
Cuando sonreía, el mundo (mi mundo) se iluminaba, y cuando lloraba, el cielo se caía a pedazos. Recuerdo un tiempo en que lo hizo muy frecuentemente, y de repente, yo también empece a hacerlo.
Por las tardes y en las noches de enfermedades infantiles, me metía en su cama para que me contara cuentos que generalmente improvisaba, y poco a poco, conforme iba creciendo, de cuentos pasamos a hazañas, a las anécdotas y tragedias familiares.
Así, heredé de alguna manera su versión, legó su memoria de los hechos y de las historias que a ella le contaron, la de aquellos que nos precedieron.
Mamá vivía tranquilamente entre reliquias y tesoros que otros hubieran echado a la basura, sembrando en mi el mismo culto de depositario familiar, ese gusto por lo antiguo, por esos objetos que cuentan historias.
Amaba el arte en cualquiera de sus formas, le gustaban los animales y los niños, todos los niños parecían quererla. Era maestra, artista, y sigue siendo mi madre, tal como era, en alguna parte de ese ser que hoy se encuentra postrado en una cama, que aún me reconoce, cuya mirada brilla cuando me ve.
No fue perfecta, nadie lo es, y gracias a eso, intento no cometer los mismos errores, aprendí de ellos como mis hijos aprenderán de los míos quizá y serán mejores padres.
Nuestra relación no siempre fue fácil, pues tenemos un temperamento similar, pero independientemente de todo, doy gracias por la madre que escogí o me escogió, el orden no importa, una madre hecha como para mi: creativa, dulce y fuerte a la vez, soñadora, bella por dentro y por fuera, y un poco loca también, aunque odie reconocerlo. La celebro, la perdono y le pido perdón también si hace falta, la recuerdo y la animo a recordar, a vivir aun así, si quiere, sin compromiso conmigo ni con nadie.
En este plano o en el otro estará siempre sembrada en mi, la amo profunda y lealmente por quien es, sin importar como y donde esté.
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IAO
Bonito el amor del hijo a la madre. Justa recompensa,
Con las fechas de cumpleaños en el mismo dia, a mi me sucedió con mi suegra . Una casualidad 😀
Gracias por comentar, saludos
Me gustó esta historia cargada de recuerdos familiares y nostalgias cotidianas. Gracias por compartirlo.
Saludos, @arteagaile.
Gracias por leer y comentar. Saludos
Me quito el sombrero con tu historia y tu manera de contarla... Estoy seguro que está orgullosa de ti esté donde esté. Saludos
Gracias, ella sigue aquí, en este plano, quizá no de la mejor manera, de la manera ideal, pero en cualquier contexto la acompaño y la amo hasta lo indecible. Saludos.
Qué palabras tan hermosas.
Gracias
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