Preguntas sin Respuesta...

Eres tan compleja y a la vez tan simple que me resultas difícil de entender.
¿Por qué tan misteriosa?
¿Acaso no quieres que nadie descubra lo que realmente eres?
La curiosidad invade mis sentidos y me lleva a un nivel de incertidumbre en el que me gustaría saber si finalmente se te logra comprender.
Sueles ser, o incierta o muy cierta, una buena maestra o el problema que más me enreda.
Nunca hubiese imaginado que pudiese preguntarte estas cosas.
Hasta he llegado a creer que la locura ha hecho estragos de mi cordura.
Incontables son aquellos que quisieran volver atrás para disfrutar la plenitud de tenerte.
Me resulta muy difícil asimilar que, a veces me enfoco en buscar el mejor truco sin darme cuenta de que los pequeños destellos de magia son los que hacen una gran hazaña.
Me permito adentrarme en mi imaginación, perdiéndome en vagas ilustraciones de el último día que te tenga conmigo.
Las distracciones a lo largo del camino son muchas, a veces tan entretenidas que se me olvida el verdadero sentido de lo que hago.
No querría sentarme un día, solo a lamentarme lo mucho que pude haber hecho contigo, mientras te tenía. Tampoco quiero, que en nuestros últimos días, solo tenga que arrepentirme por no saber reconocer cuánto valías.
Se que tanto tú, como yo, estás enterada de que ese fin nos alcanzará, desafortunadamente, desconocemos cómo y cuándo será.
Me he dado la tarea de meditar e indudablemente me rehúso a que ese día pueda llegar y simplemente me de cuenta de que te me fuiste, de que te perdí, así sin más, sin siquiera darme cuenta… sin poderte conservar.
Yo quisiera que tú me dijeras, por cuánto tiempo más vas a acompañarme.
Si te me quedas un rato más, si te me vas mañana o me durarás una eternidad.
Simplemente me pongo a pensar y realmente no quiero que llegue mi último día y solamente pueda mencionar “¿Qué hice con mi Vida?”