Decreto de guerra. El último velorio.3

in #cervantes7 years ago

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La policía y las armas "no letales", Foto - WEB

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Yubeleisy se despierta. Está recostada en un sofá de la tienda, mientras que un enfermero la atiende. Le dice que se desmayó, pero que no tiene nada más; sin embargo, tiene el pulso alto, la tensión alta, está conmocionada y en estado de shock. “mi hermano está muerto. Lo mataron.” Piensa. Se queda viendo el piso, con la mirada perdida y comienza a llorar. A la casa donde vivía El Petete entró una vecina y encuentra a la señora Ramona llorando desconsoladamente en la cama. La toma y la abraza, le da su apoyo, ella también sabe lo que es perder un hijo y es que hace un año le mataron a uno de los suyos, que no era delincuente, por un par de zapatos. Fue una trágica víctima de la delincuencia. Como ella sabía que El Petete era delincuente, le retiró el trato, aunque siempre hablaban ambas señoras. Ahora recuerda lo que una vez le dijo, cuando estaba de luto. “ojalá nunca tengas que pasar por esto. Dile a tu hijo que se salga de ese mundo de mierda, eso no es vida, ¡no sabes lo que es que te maten a un hijo!” ahora que lo piensa, ya su amiga sabe lo que se siente; pero como madre, como mujer, siente pena por la clase de dolor que pasa su amiga. — ¡era verdad, lo que me dijiste! ¡No pude! ¡No pude! Que Dios me perdone! ¡No pude hacer que cambiara! —dijo y ahora la impotencia se mezcla con culpabilidad, se siente responsable de no lograr que su hijo cambiara y está muerto. Al fin, la muchacha logra reponerse y la dueña la manda a casa, de permiso para ocuparse de los asuntos familiares. La muchacha dice que tan pronto entierre a su hmerano, volverá a trabajar, que no es necesario pasar tanto tiempo de luto y que tampoco quiere hacerlo. Ella perdió a su papá y sabe que mientras más tiempo ocupe en velar al muerto, más difícil será seguir adelante. Aunque es una conducta insensible, después, no podrá hacer otra cosa sino llorar. Entonces, agarra sus cosas y se acuerda de su mamá, y cuando verifica el celular descubre que la está llamando. Hablan y ambas se cuentan lo que saben. Concluyen que Miguel murió en un tiroteo en el centro de Maracay. Lo que no saben es cómo ocurrió todo eso. Luego, acuerdan verse en las Américas, que es el centro comercial donde trabaja la muchacha. Le dice a la mamá que agarre un taxi, que al llegar allí se lo paga, pero la mamá le dice que no, que ella tiene dinero. Entonces convienen encontrarse en la entrada, que la llamaría en lo que llegara. La muchacha comienza a caminar, anda desorientada; no sabe qué pensar: sabe que su hermano se lo buscó, pero es su hermano. Son muchos sentimientos encontrados y la realidad es muy dura como para ser soportada, y es que a pesar de ser un peligroso delincuente, era un buen hermano, la cuidaba, la aconsejaba, le enseñó muchas cosas de la calle que una mujer debe saber, como por ejemplo, cómo beber sin rascarse, cómo ver las intenciones de los hombres, cómo escabullirse si la cosa se pone mala, cómo ver las intenciones de otros, cómo saber si la persiguen y cosas así. También le habló claro y le dijo lo que los hombres le dicen a las mujeres con tal de llevarlas a la cama. Le dijo que todo eso era mentira. Que no creyera en esas palabras. Que simplemente, los hombres buenos no andan presionando ni convenciendo. Porque se ganan la confianza, porque se portan bien, porque dan amor. Y en eso, se acordó de su papá. Sin embargo tenía que reponerse. Fue al baño y se lavó la cara una vez más. Salió y en un puesto se compró un jugo y un café. Se sentó en una mesa y comenzó a ver la gente pasar. Muchas escenas pasaron por su cabeza, muchas cosas que ya no viviría; pero al menos, tiene a su mamá. Justamente, ya cuando se tomado las bebidas que le han recargado las energías, la madre le manda un mensaje, avisando que está en la entrada del centro comercial. Ella va caminando, cada vez con más energía, como preparándose; para el llanto mutuo entre madre e hija, pero también sabe que debe ser fuerte por su mamá. La madre está pensando exactamente lo mismo. Perdió un hijo, pero tiene una hija y debe responder por ella, así que su instinto maternal la obliga a ser fuerte. Cuando se encuentran no dicen nada y, simplemente se quedan viendo en silencio. Luego, ambos pares de ojos se comienzan a enrojecer y llenar de lágrimas, el dique estalla y ambas mujeres se abrazan y lloran, justamente como ocurrió años antes, cuando murió José, el padre y esposo de esa familia, de la cual ahora quedaban sólo dos miembros. Pero hay que seguir adelante. Ambas hablan y tratan de armar la historia de las últimas horas de Miguel; pero no saben cómo murió exactamente, no saben en qué clase de circunstancias cayó muerto. ¿Será que se enfrentó a la policía? ¿Será que lo mataron rivales? ¿Será que fue víctima de los sicarios? ¿Será que la policía lo ajustició, al ver ya que no podían meterlo preso? Y es que cualquier cosa es posible. Ese delincuente era temido por todos, y ya el gobierno no podía pararlo porque siempre conseguía que los abogados lo sacaran de la cárcel. Yubileisy llama a Jackson Acosta, que no es delincuente, sino jugador profesional de basketball. Se crio en el barrio con todos ellos. Siempre han sido amigos, muy cercanos, y entonces, le cuenta lo que pasó. Le dice que para verse en la morgue, que estará allí en una hora. Jackson habla con la señora. Cuando termina de hablar, es la hija que habla desde el otro celular. Ya todo el mundo comienza a conocer la noticia y poco a poco, van apareciendo los amigos y la gente. Ya no tienen que hacer nada en ese centro comercial, así que se montan en un taxi y parten a la morgue. El taxista, al conocer el destino, le baja el volumen, pone el aire acondicionado y se pone serio. Sabe que esas dos mujeres irán a buscar a un familiar muerto. Pide poco por el viaje, piensa que es gente humilde. Madre e hija van hablando en el taxi sobre otras cosas, la hija le cuenta que le dieron tres días de permiso, remunerado y todo, y la madre le dice que por favor cuide ese trabajo, que allí la tratan bien. Le dice que ahora deberán apretarse un poco el cinturón, pero la hermana no dice mucho y es que ella le guardaba la plata en el banco al hermano, como medio para escondérsela, hasta de él mismo, ya que solía irse a consumir drogas, beber mucho y los burdeles. — mamá, no te preocupes por eso. Tú sabes que él dejó dinero. Ya nos arreglaremos. Además, sabes que estoy terminando ya la universidad y bueno, todo va a mejorar. ¡Tú siempre has dicho que al mal tiempo, buena cara! —entonces, la madre sonríe en medio de las lágrimas: su hija le ha dado una lección, que ella misma le enseñó. Sabe ya que es toda una mujer. Ese es su consuelo. Sin embargo, es madre y ha perdido un hijo. — ay mija, es verdad. ¡Pero qué mal tiempo es este! Pero de verdad que todo se va a mejorar. —Ya la señora está pensando volver a trabajar, no tanto por querer tener una entrada más en la casa; sino porque necesita una distracción, para superar el dolor y además, siendo una mujer que ha estado toda su vida trabajando, ahora la calma le molesta, le produce angustia. En medio de conversaciones y pensamientos llegan a la morgue. La hija paga. Se bajan. Entran y de inmediato reconocen algunas personas, amigos. La señora se abraza con Jacinta, a quien todo el mundo le dice “misia Jacinta” y la generación joven la conoce como una abuela en común, de todos los muchachos de la cuadra. Yubileisy habla con la gente de recepción y le dicen que ya recibieron el cadáver y que la autopsia saldrá más tarde. Hay varios muertos esperando autopsia y por ser entregados. Ella, que ya sabía cómo se movían las cosas allí, habla con el sujeto y le dice que cómo pueden cuadrar para que salga más rápido. Pero el funcionario se niega, dice que es un delincuente que los policías odiaron mucho, lo que sí le dijo que hoy iban agilizar el trabajo porque hubo varios enfrentamientos y con lo que estaba pasando en Caracas, estaban esperando que las cosas aquí se pusieran feas. Luego le dijo que comenzara a arreglar las cosas con la funeraria. Ella entonces habló con ellos, que le ofrecieron el servicio y ella dijo que eso no importaba, que tenían dinero para pagarlo y ya tenían un nicho con dos puestos en el cementerio. Más bien, le dijo si podía cuadrar con los de la morgue para que le soltaran el muerto rápido. —eso está difícil, mami. Hay un poco de muertos aquí y la gente está desde temprano. De todas formas, no te vayas para que al menos no lo tiren a lo último. —dice el sujeto, acostumbrado ya a un trabajo difícil, no sólo por los sentimientos duros que allí que están jugados, sino porque ese lugar huele tan mal, que muchos dicen que así debe ser el infierno. Aquellas mujeres, acompañadas ya por amigos y familiares, no pueden evitar llorar, entre conversación y conversación. El papeleo se adelanta, porque por orden del forense hay que tratar de sacar a la mayor cantidad de muertos de allí. Todos los que fueron a reclamar un cadáver, se lo llevarían ese mismo día. Esa fue su orden. Que vino de una instancia superior. Lo que el resto de la gente no sabe es que también ordenaron sacar y deshacerse de los no reclamados, probablemente los llevarían al relleno sanitario para quemarlos allí secretamente. Saben que las cosas se van a poner feas y tratan de vaciar la morgue ante lo que vendrá. Allí, comienzan a saber la verdad. Un enfrentamiento, lo acribillaron. Un periodista se acercó y comenzó a tomar el testimonio. La señora no sabe mucho; pero ve a unos policías que han llegado y comienza a llamarlos asesinos, que mataron a su hijo malamente, que lo mataron como si fuera un perro, y cosas por el estilo. Pero los policías no prestan mucha atención, están acostumbrados a escuchar eso, las familias de las víctimas de la violencia se comportan así. Para los policías, si te dan un tiro en la calle, algo hiciste. Si simplemente eres una víctima de la delincuencia, pues andabas descuidado o por donde no debías y te pillaron. La actitud de ellos se limita a quedarse tranquilos, pero alertas, por si las cosas se salen de control. El periodista es pillado por los policías y los del CICPC. Le reclaman que están alborotando a esa señora y lo amenazan. Termina alejándose. Es cosa de todos los días, así es su trabajo y es que en Venezuela, ejercer el periodismo cada día es más difícil. Los muertos son despachados y el lugar comienza a quedarse vacío; aunque llegan nuevos cadáveres y nuevos dolientes. Pero todo indica que el trabajo forense y la orden que vino se cumplirán. La guardia de la noche será la que le toque el trabajo de recibir las primeros muertos de la guerra, que se ya se habla abiertamente. Al fin, las mujeres dejan de hacer quejas y retiran la amenaza de denunciar a la policía. Reconocen, simplemente, que su familiar era un delincuente, un peligro para la sociedad y que murió cuando intentaba agredir a un policía. El representante de la funeraria habla con Yubileisy, la madre está desconsolada, llorando con las amistades cercanas. El precio es bueno y además, está el dinero del Petete, por lo que no gastarán esas mujeres plata en ese entierro, piensa en lo irónico que resulta que aquel delincuente se dedicara a ese negocio, donde terminó forjando una pequeña fortuna, que le servirá sólo para darle un entierro con clase.
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¡@absoluteurea! Muy bueno el contenido, sigue asi!

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