"La perla" de Hemle Heine. También para el niño de Venezuela

in #castellano6 years ago (edited)

 


Mi ejemplar de La perla de Helme Heine. Trad. Jesús Larriba. Ediciones SM, Madrid, 1987 – Archivo personal

El cuento infantil del que comentaremos hoy hizo a su autor berlinés merecedor del premio Europeo Pier Paolo Vergeiro en 1985. La versión que poseo en mi biblioteca es un ejemplar tapa dura, un regalo de mi hermana @sandracabrera, traducido magníficamente al español por Jesús Larriba. Y es lo que considero, si me permiten decirlo, un ejemplo perfecto de que para dar de leer un buen cuento a un niño en Venezuela, que lo haga conocerse mejor y conocer su entorno, no es necesario rechazar un texto nacido de otras culturas o de la fantasía. Se trata de La perla de Hemle Heine (1984), cuyo protagonista es un pequeño castor.

¿Es el castor ajeno al niño venezolano?

La perla no habla de chigüires, lapas, toros cimarrones, ni turpiales. Hay un castor como protagonista; sus amigos incluyen una liebre salvaje, un oso, e incluso un alce.


Atribución: Fotografía de Per Harald Olsen (2006) - Imagen para libre uso comercial

El castor es un roedor bastante grande, en algunos países es, de hecho, es el más grande. No son originarios de estos lados latinoamericanos, ni comunes por aquí. Sin embargo, no somos ajenos a este mamífero, pues es popular en dibujos animados de la televisión (ej. The Angry Beavers, del animador estadounidense Mitch Schauer, transmitido desde 2001 por Nickelodeon), e incluso en la gran pantalla (ej. Mr. And Mrs. Beaver, “Sr.y Sra. Castor” en el primer volumen de Las Crónicas de Narnia en 1950, del autor británico C.S. Lewis y en Ice Age: Dawn of the Dinosaurs, “La era del hielo 3” en 2009, dirigida por el brasileño Carlos Saldanha y el canadiense Mike Thurmeier).

Lo que pensamos del buen castor (valga el epíteto)

Los castores están asociados al buen proceder, al hogar como valor y al trabajo duro y constante. Seguro recordamos a algún castor personaje de dibujos animados construyendo su represa a toda costa. Ese tesón con que afronta la adversidad hasta conseguir su objetivo le ha ganado también que se lo identifique como un símbolo de tenacidad; de hecho, existe un refrán en inglés que refleja sus cualidades: As eager as a beaver (tan empecinado como un castor —o algo parecido— ¿Y la rima? Bueno, tal vez podamos probar “Con el fervor de un castor”; la verdad, no conozco o no recuerdo ahora un refrán equivalente en español). El asunto es que en La perla de Helme Heine, publicado en 1984 con el título original de Dei Perle, nuestro protagonista es precisamente uno de estos testarudos pero adorables mamíferos.


¿De qué trata el cuento?

Un argumento que se las trae:

Este relato infantil tiene un doble argumento. Por un lado, tenemos que el joven castor Biba (un nombre que suena a “Castor” en alemán: Biber) se encuentra lo que cree un tesoro, una perla que quizá exista dentro de la madreperla de río que se ha encontrado, y se sume en un sueño premonitorio y terrible que lo hace deshacerse del molusco apenas se despierta. Por otro lado, está lo que se cuenta en el sueño nefasto: Biba ha caído en la tentación de hacer de la perla su posesión exclusiva; esto lo convierte en “el tesoro del bosque”, generando tal envidia y hostilidad entre sus amigos y la comunidad que todos terminan muertos y el lugar consumido por las llamas (la ilustración lo muestra todo escarlata, una imagen infernal).

La trama:

Al principio de la historia, Biba está sentado frente a su casa absorto en sus pensamientos, a punto de entrar en un sueño que involucra la madreperla de río que se acaba de encontrar. Así comienza el cuento:


Inicio del cuento, primera página de mi ejemplar de La perla de Helme Heine. Trad. Jesús Larriba. Ediciones SM, Madrid, 1987 – Archivo personal

Biba asume que hay una perla dentro del molusco y comienza a soñar. En el sueño, exhibe su tesoro ante la mirada ávida de sus amigos, quienes de inmediato quieren uno igual. Biba trata de engañarlos en vano, diciéndoles que lo ha encontrado en el bosque; de inmediato estos intuyen que el molusco viene del algo y asumiendo que hay más, se retiran ansiosos a la búsqueda. Biba reclama su derecho sobre el lago y sus moluscos, pues ha sido él quien ha construido el dique; a lo que sus amigos refutan que lo ha construido con los árboles del bosque de todos, por lo que el lago y lo que haya en este les pertenece.

A causa de su inexperiencia y ansia, rompen el dique y vacían el lago; se pelean por los moluscos. Se vuelven hostiles. Hacen vigilia en la noche, para evitar que otros vengan a quitarles lo que buscan; para esto, encienden “una gran hoguera” que se sale de control al pegar la brisa.


Página 19 de mi ejemplar de La perla de Helme Heine. Trad. Jesús Larriba. Ediciones SM, Madrid, 1987 – Archivo personal

Todos mueren en el incendio. Y la casa de Biba, junto con lo demás, es reducida a cenizas. Ante esta pesadilla dantesca, Biba despierta e ipso facto, decide librarse del objeto del deseo y la discordia; la arroja lejos y las siete veces que bota en la superficie del lago antes de hundirse nos habla de la buena fortuna que ha sido deshacerse del molusco. Biba va con sus amigos y reina un ambiente de camaradería y regocijo.

El mensaje:

La perla es la manzana de la discordia: un asunto pequeño que lleva a una gran disputa. Lejos de ofrecer una moraleja donde se incite al respeto por lo ajeno, a la distribución justa (o injusta) de las riquezas, el derecho a disponer de los recursos naturales y un largo etcétera, La perla muestra a sus lectores, tal cual lo hacen los mitos, el estado de las cosas, con sus duras implicaciones y sus tensiones: existe la codicia y hay quienes lo resuelven eliminando el objeto que lo provoca, i.e. deshaciéndose de la manzana.


El lector siempre podrá preguntarse si no hay una manera más sabia de resolver el enigma. Después de todo, el tesoro solo ha sido bueno oculto en el fondo del lago, lejos del uso y el anhelo.

¿Para qué edades?

Obviamente las restricciones por derechos de autor me impiden dejarles una muestra aquí, como quisiera, de las maravillosas ilustraciones de este cuento; no obstante si les interesa, los invito a revisar en la web para que las aprecien por ustedes mismos; creo que tal vez estas ilustraciones de ensueño, junto con un texto breve y sencillo han provocado que los padres de niños pequeños, digamos de cuatro, cinco o seis años, se hayan visto cautivados y hayan dado de leer esta obra a sus niños, solo para descubrir que el mensaje que conlleva los sobrepasa (basta con repasar el argumento en el quinto párrafo).

El lector de La perla ha de ser un niño preferiblemente mayor de seis años de edad. He visto que con frecuencia lo recomiendan para niños entre nueve y doce años, en vista de que estos se identifican mejor con los temas del secreto, la envidia y el derecho de apropiación que se tiene sobre las cosas materiales o lo que viene siendo el derecho a la propiedad privada y, en general, la moral. Como podemos ver, se trata de temas un tanto complejos para un niño pequeño (aunque sabemos que la experiencia es tan variable como única cuando de lectores se trata).


Son temas con muchas aristas los propuestos en La perla. Se requiere capacidad de abstracción tanto por parte del adulto que acompaña la lectura, en caso de haberlo, como del niño lector.

Preciosa perla

Las perlas simbolizan la sabiduría adquirida por la experiencia y están presentes en la mitología universal como representación de la pureza, la perfección y la divinidad. En todo caso, sabemos que la perla nace de una impureza que se vuelve una joya preciosa, lo que alude a la purificación y a sacar el mejor provecho de las vicisitudes.


Sin embargo, sabemos que la perla, como todo objeto precioso, puede despertar la codicia y la envidia. Además, ella es en sí una tentación y como por arte de magia, pareciera transmitir su encanto al portador (aunque, por supuesto, sabemos que no se trata de magia, sino de la consciencia de la riqueza).


The Girl with the Pearl Earring, de Hohannes Vermeer (1665) - Imagen del Dominio Público

Una perla, un tesoro, la tentación. Habrá que saber manejarlo. ¿O mejor alejarse?

Para el niño venezolano hoy en día, en medio de la peor crisis económica y humanitaria que ha visto nuestra joven república es de gran valor aprender a cuestionarse sobre las posibles consecuencias de los propios actos.

La perla de Heine ofrece la oportunidad de vislumbrar las consecuencias de la codicia, de valorar la fraternidad y el bienestar de las personas por encima de lo material y de los caprichos.

Este relato, a pesar de no contener una moraleja explícita, conlleva una enseñanza moral de gran relevancia: a veces el problema que tratamos de resolver no existe, sino que lo hemos creado nosostros mismos. Las posesiones materiales cobran el valor que les damos; si deseamos que valgan más que una vida, pues eso es lo que valdrán. La realidad es en gran parte una decisión de vida y por ello debemos cuestionarlo todo, siempre.

En una Venezuela donde la consecución de la riqueza y el estatus se ha robado la sensibilidad y sensatez de los gobernantes y adeptos al poder, quienes en su afán proveen un ejemplo nefasto para los jóvenes, el llamado a la reflexión y el ejercicio del pensamiento ético urgen.


Gracias por leer.



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Hola Marlyn.
Es uno de mis cuentos favoritos.
Excelente análisis literario el que haces sobre los profundos valores humanos que toca este hermosísimocuento.
Saludos y gracias pro este regalo.

No recuerdo si ese ejemplar te lo regalé yo...

Gracias, @sandracabrera ♥ Me fascina este cuento; tal vez tanto o más que Zorro de Margaret Wild.

Este ejemplar me lo diste hace unos años, junto con El teatro de sombras de Ende y creo que también junto con Una señora con sombrero de Jacqueline Goldberg (que no encuentro desde hace mucho, por cierto).

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