Concurso @provenezuela Enamorado: AMOROSAMENTE COMPLICADO
— ¿No te gusta el rock?, ¿no has escuchado siquiera algún grupo de…?
— No, extrañamente todo lo que me gusta tiene un aire meloso y empalagoso.
— Somos tan distintos, ¿cómo es que yo te sigo gustando?
— ¿Por qué te gusta el chocolate?
— No sé cómo describir eso…
— Lo mismo digo.
Distintos. Era una palabra perfecta para describirlos. Él: reservado, culto, y viéndolo todo de manera realista. Ella: adorable, alegre, y pensando siempre que no existían imposibles. Desde que se conocieron en el 2012, por medio de un evento de anime, se habían gustado el uno al otro; pero nunca ninguno de los dos tuvo el valor para iniciar una conversación en persona, así que sólo se tuvieron agregados en facebook.
En el año 2013 sólo compartían mensajes por chat, los cuales se podían contar con los dedos de la mano. Pero, no eran mensajes relevantes, sólo eran de ocasiones especiales. Ya saben, textos como “¡feliz cumpleaños!”, que terminaban siendo respondidos con un “Gracias” seguido por un emoji de carita sonriente. Y tal vez, una que otra interacción en publicaciones relacionadas a eventos sobre anime y manga.
La cuenta de los pocos mensajes que compartían llegó a cero al año siguiente. El ambiente universitario chocó con sus personalidades. La timidez que tenían se estaba esfumando, ahora eran personas mucho más sociables, y cada uno compartía con su respectivo grupo de amigos.
Llegó el 2015. Él estaba de cumpleaños, 19 añitos. Ella dudaba, no sabía cómo felicitarlo, se debatía entre dejarle un mensaje en su perfil, o enviarle felicitaciones por mensaje privado. ¿Cuáles eran las posibilidades de que él contestara?, ¿volvería a responderle con un simple “gracias” y el emoji de carita feliz?, ¿por qué aunque hayan pasado los años seguía sintiéndose nerviosa por él?
Él qué hacer la estaba atormentando.
“¡Feliz cumpleaños!“
Ella le había enviado un mensaje privado sin darse cuenta. Parpadeó varias veces aún si creérselo. Perdió la cuenta de las plegarias mentales que les había enviado a todos los dioses para que el mensaje no le llegara a él; pero era uno de esos días en los que extrañamente el internet se comportaba de la mejor forma con ella. El mensaje había sido entregado. Casi de inmediato recibió una respuesta.
“¡Gracias!”
Suspiró decepcionada. Ella analizó el mensaje y pensó que quizás él había cambiado un poco, dejó de usar el bendito emoji sonriente, eso contaba como un cambio. Ella hizo una mueca de resignación. Quizás siempre iban a estar así…
“Y… ¿Cómo estás?”
… O quizás no. Ese mensaje de él la había tomado por sorpresa, quizá ya era hora de iniciar por fin una conversación.
Desde ese día no dejaron de escribirse. Ellos se preguntaban por qué conversaban tanto, por qué se disculpaban si alguno respondía tarde; descubrieron que no compartían los mismos gustos, a excepción de dos temas: los animes y los videojuegos. Aún así, el aura colorida y alegre que irradiaba ella, se complementaba con la serenidad de él. ¡Ya era el momento de verse en persona!
— ¿Quieres salir conmigo este 07 de febrero, para comer un helado?
— ¿No debería ser yo el que te invite a salir?
— ¡Ay!, Robé tu título de caballero, lo siento.
— Jajá, acepto, señorita, pero… sólo si tú aceptas salir otra vez conmigo después de eso, el 14.
— ¡Entonces, tenemos un trato!
Al encontrarse en persona sus preguntas fueron respondidas. La razón por la que no dejaban de conversar era porque ambos se seguían gustando. Nunca supieron cómo surgió ese sentimiento y porqué se mantuvo con ellos durante todo ese tiempo. Tal vez ese era su momento adecuado para conocerse; podían conversar con naturalidad, la timidez era poca, y existía una confianza extraña, como si se hubiesen conocido de toda la vida.
Gracias a ese mensaje de cumpleaños pudieron darse cuenta que los unía ese popular “hilo rojo del destino”. No lo habían visto, pero sentían que algo los unía de una forma cálida y cómoda. El 14 de febrero se convirtió en su fecha de aniversario, pero como eran chicos "anti-clichés", rodaron su fecha especial al 28 de febrero. Aún con sus gustos distintos, las diferencias no terminaban ahí. Él era de estatura más baja que la de ella, por ello y por sus singulares personalidades, sus amigos los conocían como Robin y Starfire.
Aquí les dejo una fotito del año pasado.