Algunas nociones fundamentales sobre la naturaleza benévola del Capitalismo
Por George Reisman
Por “naturaleza benévola del Capitalismo”, me refiero al hecho de que promueve la vida y el bienestar humanos y lo hace para todos. Existen muchas de estas nociones que han sido desarrolladas durante más de tres siglos por una serie de grandes pensadores desde John Locke a Ludwig von Mises y Ayn Rand. Presento tantas de ellas como puedo en mi libro “Capitalism”.
Voy a discutir brevemente alrededor de una docena de estas nociones que considero ser las más importantes, y que creo que tomadas en conjunto vuelven la propuesta del Capitalismo algo irresistible. Las discutiré aproximadamente en el orden en que las presento en mi libro. Permítanme decir que pido disculpas por la brevedad de mis discusiones de ellas. Cada una de las nociones que topo requeriría en sí misma una discusión más larga que todo el tiempo que me ha sido dado para mi ponencia de hoy. Afortunadamente puedo apoyarme en el hecho de que en mi libro al menos, creo haberlas presentado en el detalle que merecen.
Y ahora, permítanme comenzar.
- La libertad individual -una característica esencial del Capitalismo- es el fundamento de la seguridad, tanto en el sentido de seguridad física como de seguridad económica. La libertad significa la ausencia de inicio del uso de la fuerza física. Cuando uno es libre, uno está a salvo del crimen común porque de lo que uno está libre de es actos como el asalto y el atraco, el robo, la violación y el asesinato, todos los cuales representan el inicio de la fuerza física. Aún más importante desde luego, es que cuando uno es libre, uno está libre del inicio de la fuerza física de parte del gobierno, el cual es potencialmente más letal que cualquier mafia o pandilla privada. (La Gestapo y la KGB por ejemplo, con su esclavización y asesinato de millones hacen parecer a los criminales privados casi amables en comparación).
El hecho de que la libertad es la ausencia de inicio de fuerza física también significa que la paz es un corolario de la libertad. Allí donde existe libertad, existe paz, porque no existe uso de la fuerza: en tanto la fuerza no sea iniciada, el uso de la fuerza en defensa o retaliación no es necesario.
La seguridad económica provista por la libertad se deriva del hecho de que en libertad todos pueden elegir hacer lo que sea de su mayor interés, sin temor a ser detenido por la fuerza física de alguien más en tanto él mismo no inicie el uso de la fuerza contra nadie más. Esto significa por ejemplo, que puede aceptar el empleo de más alto pago que pueda encontrar y comprar de los productores más competitivos que pueda hallar; y al mismo tiempo puede retener todo el ingreso que obtiene y ahorrar tanto de él como desee, invirtiendo sus ahorros en las formas más rentables que pueda. La única cosa que no puede hacer es iniciar el uso de la fuerza. Con el uso de la fuerza prohibido, la forma en que un individuo aumenta su ingreso monetario es por el uso de la razón para descubrir la forma de ofrecer a otras personas más o mejores bienes y servicios por la misma cantidad de dinero debido a que este es el medio de inducirles a gastar más de sus fondos en comprar de él y no de sus competidores. Por tanto, la libertad es la base de que cualquiera tenga tanta seguridad económica como el ejercicio de su razón y la razón de sus colaboradores puedan dotarle.
Un incremento continuo de la oferta de recursos naturales accesibles y económicamente utilizables se vuelve posible mientras el hombre convierte una proporción mayor del virtual infinito que representa la naturaleza, en bienes económicos y riqueza, sobre la base de un creciente conocimiento sobre la Naturaleza y un creciente poder físico sobre ella. (Para una profundización de este importante punto, véase por favor el capítulo 3 de mi libro o mi ensayo “Environmentalism in the Light of Menger and Mises” en la edición de verano 2002 del The Quarterly Journal of Austrian Economics)
La producción y la actividad económica, por su propia naturaleza, sirven para mejorar el medio ambiente del hombre. Esto se debe a que desde el punto de vista de la física y la química, todo lo que la producción y la actividad económica representan es la utilización de los mismos elementos químicos provistos por la Naturaleza en distintas combinaciones y su traslado a distintas ubicaciones geográficas. El propósito que guía tal recombinación y traslado es esencialmente colocar esos elementos químicos en una relación mejorada con la vida y el bienestar humanos. Coloca dichos elementos químicos en combinaciones y ubicaciones donde proveen mayor utilidad y beneficio a los seres humanos.
La relación de los elementos químicos hierro y cobre, por ejemplo, con la vida y bienestar del hombre se ve grandemente mejorada cuando son extraídos del subsuelo y aparecen en forma de tales productos como automóviles, refrigeradores y cables para electricidad. La relación de los elementos químicos como el carbón, el hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno con la vida y bienestar del hombre es mejorada cuando se convierten en luz y energía eléctricas. La relación de un terreno con la vida y bienestar del hombre es mejorada cuando en vez de dormir sobre una manta y cuidarse de serpientes, escorpiones y otros animales salvajes, puede dormir en una casa moderna y bien construida sobre dicho terreno, con todos los servicios y electrodomésticos que ahora tomamos como algo corriente.
La totalidad de los elementos químicos en relación con el hombre, constituye el entorno material y externo del ser humano, y es precisamente esto lo que la producción y actividad económica logran mejorar, por su propia naturaleza.
- La división del trabajo -una característica vital del Capitalismo -que puede existir en forma altamente desarrollada sólo bajo éste sistema social- provee entre otros grandes beneficios, enormes ganancias de la multiplicación de la cantidad de conocimiento que ingresa al proceso productivo, y su incremento continuo y progresivo. Sólo consideremos esto: cada ocupación distinta, cada subocupación, posee su propio cuerpo de conocimientos. En una sociedad capitalista (de división del trabajo) existen tantos cuerpos de conocimiento participando del proceso productivo como actividades existen. La totalidad de este conocimiento opera para beneficio de cada individuo en su capacidad de consumidor, cuando compra los productos generados por otros pero por sobre todo en su capacidad de productor, debido a que su producción se apoya en el uso de bienes de capital previamente producidos por otras personas.
Por lo tanto un individuo puede trabajar –digamos- como carpintero. Su cuerpo de conocimientos es aquél correspondiente a la carpintería. Pero en su capacidad de consumidor obtiene el beneficio de todo el resto de ocupaciones distintas en el sistema económico. La existencia de tal cuerpo de conocimientos global es esencial para la existencia de muchos productos –todos los productos que requieran para su producción más conocimiento que el que un individuo o un grupo pequeño de personas puede tener. Tales productos por supuesto, incluyen maquinaria, que simplemente no podría ser producida en ausencia de una muy extensa división del trabajo y el vastísimo cuerpo de conocimientos que ella implica.
Más aún, en una sociedad capitalista una gran proporción de los miembros más inteligentes y ambiciosos de la sociedad, tales como los genios y otros individuos de gran talento, eligen su especialización precisamente en áreas que tienen el efecto de mejorar e incrementar progresivamente el volumen de conocimiento que se aplica a la producción. Este es el efecto de que tales individuos se concentren en áreas como la ciencia, la invención y los negocios.
- Al menos desde los tiempos de Adam Smith y David Ricardo se sabe que existe una tendencia en una economía capitalista hacia una igualación de la tasa de ganancia -o tasa de retorno- sobre el capital entre todas las ramas de la economía. Donde las tasas de retorno están por sobre el promedio, proveen el incentivo y también los medios para un incremento de inversión y por tanto más producción y oferta, lo cual opera entonces para reducir los precios y la tasa de retorno. Donde las tasas de retorno están por debajo del promedio, el resultado es una disminución de la inversión tanto como de la producción y la oferta, seguida de un incremento en las ganancias y la tasa de retorno. Por lo tanto las tasas de ganancia altas bajan y las bajas se elevan.
La operación de este principio no sólo sirve para mantener las diferentes áreas de una economía capitalista en un balance apropiado entre sí, si no que sirve también para dar los consumidores el poder de determinar el tamaño relativo de las distintas industrias simplemente sobre la base de sus hábitos de compra o abstinencia de compra, para usar las palabras de von Mises. Donde los consumidores gasten más, las ganancias se elevan y donde gasten menos, las ganancias decaen. En respuesta a las ganancias elevadas, la inversión y producción se incrementan y en respuesta a las ganancias reducidas, disminuyen. Por tanto los patrones de inversión y producción siguen obligadamente el patrón de gasto de los consumidores.
Posiblemente sea aún más importante que la operación de la tendencia hacia una tasa de retorno sobre el capital invertido uniforme sirve para generar un patrón de mejoramiento progresivo en los productos y métodos de producción. Un negocio cualquiera puede ganar una tasa de retorno extraordinaria al introducir un producto nuevo o mejorado que los consumidores quieran comprar, o un método más eficiente y menos costoso de producir un bien ya existente. Pero entonces esa tasa extraordinaria de ganancias de la que goza atrae competidores, y una vez que la innovación se vuelve de adopción general la ganancia extraordinaria desaparece, con el resultado de que los consumidores obtienen el beneficio total de esa innovación. Terminan obteniendo mejores productos y pagando precios menores.
Si la firma que hizo la innovación desea continuar obteniendo una tasa de ganancias excepcional, debe introducir posteriores innovaciones, lo que lleva a los mismos resultados. El alcanzar una tasa de ganancia elevada por un período prolongado de tiempo, requiere la introducción de una serie continua de innovaciones, con los consumidores obteniendo el beneficio total de todas las innovaciones hasta llegar a las más recientes.
- Como von Mises ha demostrado, en una economía de mercado –que es desde luego lo que es el Capitalismo- la propiedad privada de los medios de producción opera para el beneficio de todos, de los no-propietarios tanto como de los propietarios. Los no-propietarios obtienen el fruto de los medios de producción que otros poseen. Obtienen tal fruto al comprar los productos de tales medios de producción. Para obtener el beneficio de las fábricas y equipo de la General Motors, o de los campos petroleros, oleoductos y refinerías de la Exxon, no necesito ser un accionista o tenedor de bonos de esas firmas. Simplemente debo estar en capacidad de comprar un automóvil, gasolina o cualquier cosa que ellos produzcan.
Más aún, gracias al elemento dinámico y progresivo del principio de uniformidad-de-la-tasa-de-ganancia o tasa-de-retorno que se explicó hace un momento, el beneficio general de los medios de producción de propiedad privada para los no-propietarios aumenta continuamente, al poder comprar cada vez más y mejores productos a precios reales progresivamente menores. No puede dejar de enfatizarse que estos beneficios progresivos, y los estándares de vida generales en aumento en que se traducen, dependen vitalmente de las instituciones capitalistas de la propiedad privada de los medios de producción, el afán de lucro, y la competencia económica, y que no serían posibles sin éstos. Son estos últimos los que subyacen a la iniciativa motivada y efectiva que eleva el estándar de vida.
- Un corolario del beneficio general de la propiedad privada de los medios de producción es el beneficio para la sociedad de la institución de la herencia. No solo los herederos si no también los no-herederos se benefician de su existencia. Los no-herederos se benefician porque la herencia alienta el ahorro y la acumulación de capital, al punto de que lleva a la gente a acumular y mantener capital para ser trasmitido a sus herederos. El resultado de la existencia de este capital adicional es que existen más medios de producción produciendo para el mercado, y por tanto más y mejores productos para todos.
El efecto de este capital adicional, desde luego, es también una demanda adicional de trabajo y por tanto salarios más elevados. La demanda de trabajo -debe comprenderse- es una forma fundamental por medio de la cual los medios de producción en manos privadas operan para el beneficio de los no-propietarios. El capital subyace a la demanda de trabajo tanto como a la oferta de productos.
- En el Capitalismo, no sólo la ganancia de un hombre no representa pérdida para otro, en tanto proviene de un incremento en la producción total, si no que en los casos más importantes, a saber, aquellos de las grandes fortunas industriales la ganancia de un hombre es positivamente una ganancia para otros hombres. Esto resulta del hecho de que los simples requisitos aritméticos de generarse una gran fortuna son una combinación de obtener una alta tasa de ganancia sobre el capital por un período prolongado de tiempo, y el ahorro y reinversión de la mayor parte de las ganancias obtenidas, año tras año.
Como hemos visto, la obtención de una tasa elevada de ganancia por un período prolongado de tiempo, frente a la competencia, requiere de la introducción de una serie de innovaciones significativas. Estas innovaciones representan productos mejores y más baratos para los consumidores. El ahorro y reinversión de las ganancias obtenidas de estas innovaciones constituyen un incremento de los medios de producción, lo que también es útil para los consumidores. Por ende tanto en su origen -las altas ganancias- como en su destino –la acumulación de capital- las grandes fortunas industriales representan beneficios correspondientes para el público en general. Por ejemplo, el viejo Henry Ford iniciando con un capital de 25.000 dólares en 1903 y terminando con un capital de 1.000 millones en 1946 fue el otro lado de la medalla en que la persona promedio pudiera adquirir automóviles mucho mejores y más eficientemente producidos en las fábricas que encarnaban la fortuna de Ford.
- Como von Mises ha mostrado, la competencia económica que tiene lugar en el Capitalismo es radicalmente distinta que la competencia biológica que prevalece en el reino animal. De hecho su carácter es diametralmente opuesto. Las especies animales confrontan una provisión escasa y dada por la Naturaleza de medios de subsistencia cuya cantidad no pueden aumentar. El hombre -en virtud de que posee razón- puede incrementar la provisión de todo aquello sobre lo que su supervivencia y bienestar dependan. Por lo tanto, en lugar de la competencia biológica de los animales luchando por una porción de cantidades limitadas de recursos naturales -con los fuertes triunfando y los débiles pereciendo- la competencia económica en el Capitalismo es una competencia por quién puede incrementar más la cantidad de bienes, con el resultado práctico de que todos viven mejor y más longevamente.
Totalmente a diferencia de los leones en la jungla, que deben competir por una provisión de animales como las cebras y gacelas, por medio del poder de sus sentidos y sus garras, los productores en el Capitalismo compiten por una cantidad limitada de dólares en las manos de los consumidores, por los cuales compiten mediante ofrecer los mejores y más económicos productos que sus mentes pueden concebir. Dado que tal competencia es una por la creación positiva de riqueza nueva y adicional, no existen perdedores reales en el largo plazo como resultado. Sólo hay ganadores.
La competencia de los agricultores y fabricantes de equipos agrícolas permiten a los hambrientos y los débiles el alimentarse y volverse fuertes; la de los fabricantes farmacéuticos permite a los enfermos el recuperar su saludo; la de los fabricantes de lentes y dispositivos auditivos permiten a muchos que de otra forma no podrían ver o escuchar, el hacerlo. Totalmente lejos de ser una competencia cuyo resultado es “la supervivencia del más fuerte”, la competencia del Capitalismo puede ser descrita con más precisión como una cuyo resultado es la supervivencia de todos o al menos de cada vez más y más personas, hasta una mayor edad y en mejores condiciones de vida. El único sentido en que sólo los más “fuertes” o “aptos” sobreviven, es que son los productos más aptos y los más sólidos métodos de producción los que sobreviven, hasta ser reemplazados por aún más aptos productos y métodos productivos, con los efectos sobre la supervivencia humana antes descritos.
Como von Mises también ha demostrado, con su desarrollo de la ley de ventajas comparativas de David Ricardo en la Ley de Asociación, existe espacio para todos en la competencia del Capitalismo. Incluso aquellos quienes son menos capaces que otros en todo sentido tienen su lugar. De hecho, en gran medida, la competencia del Capitalismo, lejos de ser un tema conflictuante entre los seres humanos, es un proceso que organiza el gran sistema de cooperación social conocido como división del trabajo. Éste decide hasta que punto en este incluyente sistema de cooperación social cada individuo hará su contribución específica – quién por ejemplo, y por cuánto tiempo, será un capitán de industria, y quien será un conserje, y quien llenará las posiciones intermedias entre ambos.
En esta competencia cada individuo, por limitadas que sean sus habilidades, puede superar a los demás sin importar que tanto más talentosos sean que él, por su nicho productivo. Literalmente, y como un acontecimiento diario, aquellos cuyas habilidades no son mayores a las de un conserje pueden superar, incuestionablemente, a los más grandes genios productivos -por el trabajo de conserjería. Por ejemplo, Bill Gates podría ser tan superior como individuo que además de revolucionar la industria del software, podría limpiar cinco veces tantos metros cuadrados de espacio de oficina en el mismo tiempo que cualquier conserje vivo en el planeta, y hacerlo mejor. Pero si Gates puede ganar un millón de dólares la hora manejando Microsoft, y los conserjes pueden trabajar por –digamos- $10 dólares la hora, su interés en hacer el trabajo en un ciento de milésima parte del ingreso por hora que exigiría Bill Gates (pues está sobrecalificado para el trabajo), supera más que proporcionalmente sus menores habilidades de modo que son ellos quienes tienen la clara primacía y ventaja en este caso.
Al mismo tiempo, debido a que los genios productivos son libres de triunfar al revolucionar los productos y métodos productivos, aquellos con habilidades no necesariamente superiores a las que se necesitan para ser conserje se vuelven capaces de disfrutar no sólo de comida, vestido y un techo, si no tales productos como automóviles, televisores, y computadores, productos cuya propia existencia jamás hubieran podido concebir por cuenta propia.
Las pérdidas asociadas con la competencia son mayoritariamente pérdidas de corto plazo solamente. Por ejemplo, una vez que los herreros y criadores de caballos fueron desplazados del negocio por el automóvil encontraron otras líneas de trabajo de nivel comparable, con el único efecto perdurable del automóvil sobre ellos siendo que ellos también -en su rol de consumidores- pudieron disfrutar las ventajas del automóvil sobre el caballo. Similarmente, los granjeros utilizando mulas que fueron desplazados por la competencia de los granjeros que usaban tractores, no se murieron de hambre, si no que simplemente debieron cambiar su línea de actividad, y cuando lo hicieron ellos junto a la sociedad en general disfrutaron de una provisión más abundante de comida y además otros productos, productos que pudieron ser producidos precisamente sobre la base del trabajo liberado de la agricultura.
Aún en aquellos casos en que una competencia particular resulta en que un individuo tenga que pasar el resto de su vida en una situación económica inferior a la que disfrutaba antes por ejemplo, el dueño de una fábrica de látigos para caballo que pase a vivir el resto de su vida como un asalariado común y corriente luego de ser sacado del mercado por el automóvil –aún cuando no pueda alegar razonablemente que la competencia le haya dañado. Lo máximo que puede alegar razonablemente es sólo que desde ese momento en adelante, los inmensos beneficios que él deriva de la competencia son menores que los aún superiores beneficios que obtenía de ella previamente. Esto pues que la competencia es lo que subyace a la producción y oferta de todo lo que él continúa siendo capaz de adquirir y es responsable por el poder adquisitivo de cada dólar de su ingreso y el de toda la sociedad. Y, desde luego, la competencia procede a elevar su ingreso real desde el nivel del cual había caído. De hecho en el Capitalismo, la competencia eleva el estándar de vida del asalariado promedio por encima de aquel de incluso la gente más rica del mundo hace unas pocas generaciones. (Hoy en día por ejemplo, el asalariado promedio en un país capitalista tiene un estándar de vida superior incluso a aquél de la reina Victoria, en probablemente todo aspecto salvo la habilidad de contratar servidumbre).
- Y ahora, una vez dándole el respectivo crédito a Mises, lejos de ser el caos sin plan y la “anarquía de la producción” que los marxistas alegan, el Capitalismo es en realidad un sistema económico tan extensiva y racionalmente planificado como es posible humanamente. La planificación que ocurre en el Capitalismo sin ser ampliamente reconocida como tal, es la planificación de cada participante individual en el sistema económico. Cada individuo que piensa en un curso de acción económica que podría ser de beneficio para él y el cómo llevarlo a cabo está realizando planificación económica. Los individuos planean comprar casas, automóviles, electrodomésticos e incluso víveres. Planean para qué trabajos entrenarse y dónde ofrecer y aplicar las habilidades que poseen. Las empresas planean la introducción de nuevos productos o el descontinuar los existentes; planean cambiar sus métodos productivos o continuar usando los actuales: planean abrir sucursales o cerrarlas; planean contratar nuevos trabajadores o despedir actuales; planean incrementar sus inventarios o disminuirlos.
Aún más ejemplos de planificación rutinaria y del día a día por individuos y empresas pueden ser encontrados. La planificación económica privada ocurre en todas partes a nuestro alrededor y todos participan de ella. Pero, para todos excepto los alumnos de Mises, es invisible. Para aquellos que ignoran las enseñanzas de Mises, la planificación económica es la potestad del gobierno.
Una gigantesca y extensiva planificación económica privada no solamente existe, sino que es totalmente coordinada, integrada y armónica para producir un sistema económico cohesivamente planificado. El medio por el cual esto ocurre es el sistema de precios. Toda la planificación económica de los individuos y las empresas privadas tiene lugar sobre la base de una consideración de precios –constituyendo éstos costos y también utilidades o ingresos. Los individuos que planean comprar bienes o servicios de cualquier tipo siempre consideran los precios de esos bienes y servicios y están listos a cambiar sus planes dado un cambio de precios. Los individuos que planean vender bienes o servicios siempre consideran los precios que pueden esperar por éstos y están también listos a cambiar sus planes si ocurre un cambio en los precios. Las empresas desde luego, basan sus planes en una consideración tanto de los ingresos por ventas y los costos -por tanto de los precios que conforman a ambos- y están listas para cambiar sus planes en respuesta a los cambios en la rentabilidad.
De esta forma -por ejemplo- cuando mi esposa y yo nos trasladamos originalmente a California, nuestro plan de vivienda era comprar una casa en una loma con vista al Océano Pacífico. Pero luego de aprender sobre los precios de tales casas, rápidamente decidimos que necesitábamos revisar nuestro plan y buscar más bien una casa varios kilómetros tierra adentro. De esta forma, fuimos alentados a cambiar nuestro plan de vivienda de forma en que armonizara con los planes de otras personas, quienes también planeaban comprar el tipo de casa que originalmente planeábamos tener, pero adicionalmente, estaban dispuestos y podían comprometer más dinero para su plan que nosotros al nuestro. Las ofertas más altas de otros y nuestra consideración de aquellas generó una armonización de nuestro plan de vivienda con el de ellos.
Similarmente, un cándido estudiante de primeros años de universidad puede tener planes de estudios que le llevarían a especializarse en literatura francesa medieval o poesía del Renacimiento. Pero en algún momento antes del final de su carrera, llega a darse cuenta de que si persiste en tal plan de carrera, puede esperar vivir su vida en una buhardilla. Por otro lado si cambia su plan de carrera y se especializa en un campo tal como la contabilidad o la ingeniería, puede esperar vivir de forma bastante confortable. De esa forma entonces cambia su plan de carrera y especialidad. Al cambiar su plan sobre la base de un ingreso futuro esperado, el estudiante está haciendo un cambio que concuerda mejor con los planes de otros en la sociedad. Esto se debe a que la ejecución de los planes de otros requiere de los servicios de muchos más contadores e ingenieros que de los servicios de expertos literarios.
Un último ejemplo: los consumidores cambian su plan alimenticio, y por tanto planean –digamos- comer más pescado y pollo y menos carne roja. Esto resulta en un cambio correspondiente en su patrón de compras y abstenciones de compra. Entonces, para poder mantener su rentabilidad, los supermercados y restaurantes deben planear un cambio en su oferta, en este caso aumentar las cantidades respectivas de pescado y pollo así como platos basados en éstos, y disminuir la cantidad de carne roja y platos basados en ella. Estos cambios de plan, y los correspondientes cambios en el consumo, de parte de los supermercados y restaurantes resultan en subsecuentes cambios de planes y compras por parte de sus proveedores y de los proveedores de los proveedores, y así sucesivamente hasta que el sistema económico entero ha sido replaneado de acuerdo con el cambio de planes y compras de los consumidores.
El sistema de precios y la consideración de costo e ingresos que permite a los individuos lleva a que el sistema económico esté continuamente replanificándose en respuesta a los cambios en demanda u oferta de forma tal que maximice las ganancias y minimice las pérdidas y asegure que cada proceso productivo individual se lleve a cabo en una manera que colabore de forma máxima con la producción en el resto del sistema económico.
Por ejemplo como resultado de una disminución en la oferta de petróleo, existirá un alza en su precio y en el de sus productos derivados. Todos los consumidores individuales considerarán estos precios en relación a sus propias circunstancias específicas –en el caso de los consumidores, sus propias necesidades y deseos; en el caso de las empresas, su habilidad de trasmitir el incremento de precio a sus clientes. Y todos ellos considerarán las alternativas al uso de petróleo o los productos basados en él, en cada caso particular. Por lo tanto sobre la base de su razonamiento y planificación individual cada uno de los participantes reducirá su demanda por los artículos de forma en que reduzca menos su bienestar. Y de esta forma, el razonamiento y planificación de todos los participantes en el sistema económico que utilizan petróleo o productos derivados participará en la determinación de dónde y por cuánto la cantidad de esos productos decrecerá en respuesta a un alza en su precio. Esta es claramente una situación en que se responde a una pérdida de oferta de forma en que se minimiza esa pérdida. La reducción en la cantidad disponible estará acompañada por una reducción equivalente de su empleo para los usos menos importantes que la anterior cantidad disponible permitía.
Similarmente, el sistema de precios y el razonamiento y planificación individuales de todos los participantes lleva a la maximización de los beneficios de un incremento en la oferta de cualquier factor de producción escaso. La cantidad adicional es aprovechada en aquellos usos en que es más altamente valorada, eso es, en aquello en que puede ser asimilada con la menor caída en su precio.
Irónicamente, mientras que el Capitalismo es un sistema económico que está extensa y racionalmente planificado, y continuamente replanificado en respuesta a los cambios en las condiciones económicas, el socialismo -como Mises demostró- es incapaz de una planificación económica razonable. Al destruir el sistema de precios y sus fundamentos –es decir la propiedad privada de los medios de producción, el afán de lucro y la competencia- el socialismo destruye la división intelectual del trabajo que es esencial para la planificación económica racional. Exige la imposible tarea de que la planificación de todo el sistema económico se lleve a cabo como un todo indivisible en una sola mente que sólo una deidad omnisciente podría poseer.
Lo que representa el socialismo es tan lejano de planificación económica racional que constituye en realidad la prohibición de la planificación. En primera instancia, por su propia naturaleza, consiste en una prohibición de la planificación por parte de toda la sociedad exceptuando al dictador y los otros miembros del comité central de planificación. Ellos disfrutan de un privilegio monopólico sobre la planificación, bajo la absurda y virtualmente perturbada creencia de que sus cerebros pueden lograr las todo-perceptivas, todo-conocedoras capacidades de una divinidad omnisciente. Pero no es así. Por lo tanto, lo que el socialismo representa en realidad es el intento de sustituir el razonamiento y planificación de decenas, cientos o miles de millones de hombres por el de uno sólo o a lo sumo un puñado de ellos. Por su propia naturaleza, esa pretensión de que las mentes de tan pocos suplan las necesidades de tantas tiene tan poca posibilidad de éxito como la tendría un intento de hacer que las piernas de tan pocos sean el vehículo para acarrear el peso de tantos.
Para tener planificación económica racional, el pensamiento y planificación independiente de todos son necesarios, operando en un entorno de propiedad privada de los medios de producción y un sistema de precios, es decir el Capitalismo.
- Ahora tornaremos nuestra atención al tema del monopolio. El Socialismo es el sistema del monopolio. El Capitalismo es el sistema de la libertad y la libre competencia.
Como Mises señaló, los requerimientos esenciales y fijados por la Naturaleza para la vida humana tales como el suministro de agua, tierra arable, y provisiones accesibles de prácticamente todos los minerales existen en cantidades tan grandes que no todos los recursos disponibles pueden ser explotados. El trabajo que se requeriría no está disponible. Ésta se emplea en porciones de tierra y depósitos minerales que son más productivos o las numerosas operaciones de manufactura y comercio, donde mediante precios de mercado su empleo ha sido demostrado ser más importante que la producción de una provisión adicional de bienes agrícolas o minerales.
En estas condiciones, y en ausencia de interferencia gubernamental, lo que se requiere para permitir a cualquier productor (o combinación de ellos) el convertirse en el único proveedor de algo es que el precio que cobra sea tan bajo como para que no valga la pena para otros proveedores ingresar a esa actividad. La posición de productor único se asegura mediante lo bajo del precio, y no provee de una base para imponer un precio elevado.
El mismo punto esencial se aplica a los casos en los cuales la necesidad de invertir grandes sumas de capital limita severamente el número de proveedores. Allí un capital de gran tamaño se requiere para poder lograr bajos costos de producción, los cuales a su vez son necesarios para ser rentable vendiendo a precios bajos.
El monopolio es en la práctica el resultado de la intervención gubernamental. Específicamente es el aislamiento de un mercado o parte de un mercado para uno o más proveedores mediante el inicio de la fuerza física. Las concesiones exclusivas dadas por gobiernos, aranceles proteccionistas y leyes de licenciamiento para diversas actividades son ejemplos.
- El Capitalismo es un sistema de salarios reales progresivamente más elevados, acortamiento de horas de trabajo, y mejoramiento en las condiciones de trabajo. Al contrario de lo que Adam Smith y Karl Marx enseñaron, los empresarios y capitalistas no deducen sus ganancias de lo que supuestamente eran en su origen totalmente salarios o lo que naturalmente o por justicia deberían ser salarios completos. La forma original y primaria del ingreso es la ganancia, no los salarios. Los trabajadores manuales produciendo y vendiendo productos ya sea en el “original y rudo estado de la sociedad” de Adam Smith o en la “circulación simple” de Karl Marx no ganaban salarios, sino ingresos por ventas. Cuando uno vende una hogaza de pan o un par de zapatos, o cualquier otro producto, a uno no le pagan un salario sino un ingreso por ventas. Y precisamente debido a que esos trabajadores manuales no se comportaban como capitalistas, es decir, no compraban con el fin de vender posteriormente si no que hacían gastos simplemente en calidad de consumidores, no incurrían en gastos en medios para producir cualesquier tipo de bienes hayan producido, y por tanto no incurrían en costos monetarios que pudieran ser deducidos de sus ingresos por ventas; en otras palabras, el total de sus ingresos eran ganancias, no salarios. La ganancia, se ve entonces, era la forma original y primaria de ingreso por trabajar.
Refutando a Adam Smith y Karl Marx, es solamente con la llegada de los capitalistas y la acumulación de capital que el fenómeno de los salarios tiene su aparición, junto con la demanda de bienes de capital. Tanto los salarios como el gasto en bienes de capital se manifiestan como costos monetarios de producción que deben ser deducidos del ingreso total por ventas. Mientras más capitalista sea un sistema económico, es decir que haya mayor volumen de compras con el fin de obtener ingresos por ventas, relativo a los ingresos por ventas, mayores son los salarios y otros costos relativos a esos ingresos, y por tanto son menores las ganancias relativas tanto al total de ventas y a los salarios. En otras palabras, lo que los capitalistas son responsables de haber creado no son la ganancia y su obtención a costa de los salarios, si no por la creación de salarios y costos monetarios y su deducción de los ingresos por ventas, que eran originalmente ganancia en su totalidad. Mientras más numerosos y ricos son los capitalistas, más altos son los salarios con respecto a las ganancias.
El hecho de que los asalariados estén dispuestos a trabajar por un mínimo para la subsistencia en ausencia de una mejor alternativa, y de que los empresarios y capitalistas, como cualquier otro comprador prefieran pagar más que menos, son proposiciones que son ciertas, pero finalmente irrelevantes para la determinación de los salarios que los asalariados necesitan aceptar en la realidad. Esos salarios son determinados por la competencia de los empleadores por su trabajo, que es fundamentalmente el más útil elemento en el sistema económico tanto como intrínsecamente escaso.
En tal competencia, va contra el propio interés de cualquier empleador el permitir que los salarios bajen del punto correspondiente al pleno empleo del tipo de trabajo en cuestión, y en la ubicación geográfica en cuestión. Tales salarios bajos significan que la cantidad de trabajo demandada excede la oferta disponible, es decir que existe una carestía del trabajo en cuestión. Una escasez de oferta de trabajo es comparable con una subasta en que aún existen dos o más competidores para el mismo bien. La única manera en que el competidor que quiera más ese bien –en este caso el trabajo de alguien- pueda asegurárselo para sí, es ganar en subasta abierta a sus rivales y volverlo tan caro para ellos que deban hacerse a un lado y permitirle retenerlo.
En el mercado laboral existen decenas e incluso centenares de trabajadores. Pero la escasez de trabajo significa que existen empleos potenciales para mucho más que dicho número de personas. El hecho de que cada uno de nosotros quisiera beneficiarse del trabajo de al menos diez otras personas puede tomarse como un indicador de la magnitud de la escasez de trabajo[1].
Cuando el nivel de un salario baja del punto correspondiente al pleno empleo del tipo de trabajo en cuestión, se vuelve posible para los empleadores que no pueden o no están dispuestos a pagar un nivel más alto, el contratar trabajo a costa de otros empleadores que sí estarían dispuestos y en posibilidad de pagar esos salarios más elevados. La situación es exactamente la misma como cuando el ofertante más pudiente en una subasta enfrenta la pérdida del artículo que quiere, a un competidor más débil. La forma de asegurarse de contar con el trabajo que necesita es elevar el precio de la subasta y sacar de ella a los empleadores menos capaces.
Frente a insuficiencias en la oferta de trabajo, que aparecen cuando existen techos (precios máximos) para los salarios, los empleadores conspiran con sus empleados para evadir el espíritu de los controles de salario, mediante ascensos falsos. Esto les permite argumentar que no están violando los controles cuando en realidad lo están haciendo.
Ahora, dado el nivel monetario de los salarios que hemos visto está determinado por la competencia de los empleadores por los escasos trabajadores, lo que determina los salarios reales –es decir los bienes y servicios que los asalariados pueden comprar con el dinero que reciben, son los precios. Los salarios reales están determinados tanto por los precios como por los salarios. Los salarios reales aumentan sólo cuando los precios caen relativos a los salarios.
Lo que hace que los precios caigan relativos a los salarios es un incremento en la productividad del trabajo, es decir el producto por unidad de trabajo. Un incremento en la productividad del trabajo implica una mayor cantidad de bienes de consumo relativos a la oferta de trabajo, y por tanto menores precios de los bienes finales relativos a los salarios. Si midiésemos de alguna forma la oferta de bienes de consumo, una duplicación de la productividad del trabajo operaría para duplicar la oferta de bienes con respecto a la oferta de trabajo y, dada el mismo gasto global en bienes y en trabajo, resultará en cortar a la mitad el precio de los bienes de consumo frente a esos mismos niveles de salario globales. En otras palabras, duplicaría los salarios reales.
El aumento de la productividad del trabajo es siempre el elemento esencial en el aumento de los salaries reales. Es lo que permite que los aumentos en la cantidad de dinero y volumen de gasto, que son responsables por niveles promedio más altos en los salarios monetarios (nominales), sean acompañados por precios que no se eleven o que no se eleven en la misma medida que los salarios.
Y lo que es responsable por el aumento de la productividad del trabajo son las actividades de los empresarios y capitalistas. Sus innovaciones progresivas y su acumulación de capital subyacen al aumento de productividad del trabajo y por tanto de los salarios reales.
- Finalmente, mi último punto: un sistema monetario de cien por ciento de encaje (para depósitos a la vista) y basado en metales preciosos volvería una sociedad capitalista a prueba de inflación y de deflación/depresión. El modesto incremento de la provisión de metales preciosos, y por tanto el modesto incremento del volumen de gasto que procede de él, no sería capaz de elevar los precios en vista de la tasa substancial a la que la producción y oferta de prácticamente todos el resto bienes que no sean metales preciosos se incrementan en el Capitalismo. Los precios tenderían casi con seguridad a caer, como sucedió en el transcurso del Siglo Diecinueve[2].
Los precios decrecientes debido a una producción mayor, sin embargo, no constituyen deflación. No representan ninguna reducción en la tasa promedio de ganancia, es decir, la tasa promedio de retorno sobre el capital invertido. Ni significan ninguna dificultad adicional para pagar las deudas. Una caída en la tasa de ganancias y un incremento súbito en la dificultad de pagar deudas son síntomas esenciales de una deflación/depresión.
De hecho como muestro en mi libro, el modesto incremento en la cantidad de dinero y volumen de gasto que tiene lugar bajo un sistema monetario con cien por ciento de reservas y basado en metales preciosos, sirve para añadir un componente positivo a la tasa de retorno y hacer el pago de las deudas ligeramente más fácil, no más difícil. Los precios decrecientes causados por una producción mayor no interfieren con esto. Cuando los precios caen debido a una producción más elevada frente a un incremento en la cantidad de dinero y volumen de gasto, el vendedor promedio está en posición de obtener una provisión de bienes para vender que es mayor más que proporcionalmente a la caída de precios, y por ende es capaz de ganar más dinero, no menos.
La verdadera deflación, el acompañante de una depresión, es una contracción financiera -es decir una disminución en la cantidad de dinero y/o el volumen de gasto. Esto es lo que arrasa con la rentabilidad y hace el pago de las deudas más difícil. Pero tal contracción es precisamente lo que un sistema monetario como el descrito previene. La previene porque una vez que el dinero basado en metales preciosos hace su aparición, no sale súbitamente de la escena, como ocurre con los medios fiduciarios cuando los bancos que los emiten tienen problemas. Y debido a que su tasa de incremento es modesta, no lleva a ninguna reducción artificial y sustancial de la demanda de dinero para reservas (personales o empresariales) que deba luego ser seguida por su inverso cuando el aumento en la cantidad de dinero se detiene o desacelera.
Ni tampoco el ahorro y acumulación de capital continuos que tienen lugar en el Capitalismo reducen la tasa de retorno sobre el capital. El ahorro nominal que se logra a partir del ingreso monetario es generado mayormente de una tasa de retorno que se eleva por el aumento en la cantidad de dinero y el volumen de gasto y mientras que la cantidad de dinero y el volumen de gasto se incrementen modestamente, ese ahorro no reduce la tasa de retorno.
Si no existiera incremento en la cantidad de dinero y el volumen de gasto, la tasa de retorno sería menor, pero estable a ese nivel. La acumulación de capital procedería simplemente sobre la base de precios de reposición decrecientes, con el mismo gasto obteniendo progresivamente mayores cantidades de bienes de capital.
Como muestro en mi libro, en tal contexto el rol del ahorro ocurre enteramente a nivel global, donde determina asuntos tan vitales como el grado al cual el sistema económico se concentra en la producción de bienes de capital con respecto a la producción de bienes de consumo, y la extensión del período de producción. Estos elementos esenciales a la acumulación de capital junto con el progreso tecnológico -todo lo demás que sirve para incrementar la producción, sobre todo la libertad económica- entonces se manifiestan en forma de una producción lo suficientemente alta de bienes de capital, y un período lo suficientemente largo de producción.
En este punto, por falta de tiempo debo concluir. Quisiera hacerlo diciendo que si encuentran mi ponencia de hoy de su interés, espero que exploren los temas que he discutido, de forma más extensa y en mayor detalle en mi libro. Su esencia y totalidad pueden ser entendidos como una exposición sistemática de la naturaleza benévola del Capitalismo.
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Por George Reisman
Traducido por Juan Fernando Carpio
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George Reisman es profesor de Economía en la Graziadio School of Business & Management de Pepperdine University en Los Angeles, y es el autor de “Capitalism: A Treatise on Economics” (Ottawa, Illinois: Jameson Books, 1996).
Notas:
[1] (N. del T.) Pensemos en la servidumbre de la que gozaba la realeza mundialmente hasta hace sólo 200 años, la ayuda doméstica aún relativamente abundante en países latinoamericanos, africanos y algunos del Asia, frente a la escasez de trabajo o su alto precio en países de mayores niveles de desarrollo relativo. Simplemente no se nos acabarían los usos para colaboradores personales, tanto para tareas productivas como de ocio y disfrute, por tanto el trabajo es eminentemente un bien escaso.
[2] (N. del T.) En efecto, el fenómeno de lo que se conoce vulgarmente como “inflación” o precios crecientes con respecto a los salarios y ahorros, era prácticamente desconocido antes de la Segunda Guerra Mundial. Lo usual hasta la consolidación de la banca central y el dinero “fiat” (sin respaldo), era una baja de precios año tras año, que como el autor explica, lleva a un progresivo aumento en la calidad de vida de todos en una sociedad capitalista.