¿Mundo real o futuro digital? | Contenido Original
En la recién finalizada asamblea de las Naciones Unidas (ONU) hubo una participación inusual, la del Presidente salvadoreño Nayib Bukele. El mandatario del pequeño país centroamericano comenzó su intervención tomándose un selfie, esto como abreboca para un discurso donde destacó dos asuntos importantes: la presencia de Internet como el lugar donde ocurre la realidad real y lo obsoleto del formato de las reuniones presenciales, como las de la asamblea del organismo internacional.
Según este joven Presidente los encuentros cara a cara forman parte de un pasado que se niega a despedirse, en su lugar lo que debemos propiciar es la realidad virtual, la que de acuerdo a su perspectiva es mucho más incluyente.
El debate planteado por Nayib Bukele ya tiene tiempo rodando. Desde la segunda mitad del siglo XX, debido al impacto creciente de la tecnología en las comunicaciones, se ha discutido si el mundo virtual nos acerca o nos aleja de lo que nos hace humanos.
La preocupación surge porque nunca antes en la historia de la humanidad se pensó que pudiéramos vivir sin encontrarnos unos con otros, sin tocarnos, sin mirarnos, sin olernos, sin sentir la química que produce la presencia del otro. La posibilidad de hacer la vida solamente en el mundo virtual cada día es más real.
Pero, una cosa es pensar la realidad virtual como una herramienta que puede hacer más sencilla la vida y otra, muy distinta, es asumir que es allí, en el mundo virtual, donde ocurre el mundo real.
Pensar que los encuentros humanos pertenecen a un formato obsoleto puede ser una temeridad. Es verdad que muchas cuestiones se pueden resolver aprovechando la ventaja que nos dan las comunicaciones, si no es necesario trasladarse a un sitio pues se ahorran esos recursos, pero habrán cuestiones que siempre tendrán que resolverse cara a cara.
¿Cómo quedaría en la propuesta de Nayib una institución como la Escuela? ¿Habría que disolverla? ¿Desaparecerla? ¿Estaría obsoleto ese espacio de encuentro?
La Escuela tal como la conocemos surgió por una idea desarrollada en el siglo VII por el teólogo y pedagogo Bohemio Jan Amos Comenius. Este pensador en su obra, Didáctica Magna, aportó la idea de la simultaneidad sistémica, esto es, la necesidad de encontrar un conjunto de conocimientos comunes para construir con ellos las temáticas escolares.
Comenio entendió que era necesario dotar a los grupos sociales de unos conocimientos generales que ayudaran a la formación de una identidad colectiva, era una forma de darle solidez a la cohesión social.
Con el correr del tiempo la escuela se fue convirtiendo en una de las principales instituciones de formación de humanidad. No solo por el papel que jugaba en la difusión de conocimientos básicos, cuestionables o no, sino por la relevancia en los procesos de socialización del niño. En nuestros días ese espacio sigue teniendo una gran importancia.
Los primeros años de la existencia transcurren en el interior de las familias, allí la vida tiene unas características muy particulares. Uno de los primeros sitios donde el niño amplía su experiencia vital es en la escuela, se ve obligado a compartir con extraños que no son sus familiares. Una experiencia dura pero necesaria en el proceso de convertirnos en personas.
Al ingresar a la escuela los niños salen de un ambiente donde han estado acostumbrados a ser el centro de atención, donde han estado rodeados de mimos, a veces innecesarios. Las aulas son espacios donde las maneras, las costumbres y los gestos son distintos. La escuela representa para el niño un gran reto de convivencia, allí aprende que el mundo es amplio, que hay diferencias entre las personas y que debe respetarlas, es el sitio donde se tiene que asumir la realidad de la diversidad. ¿Puede darse el aprendizaje de esta socialización en el mundo virtual? ¿Con sujetos que pueden ser solo fachadas, dónde las normas están hechas de acuerdo al capricho de los usuarios?
Nadie puede predecir cuál será el impacto de las tecnologías para las organizaciones humanas. Es aventurado pensar que en algún futuro todas nuestras interacciones se vuelvan superfluas, que no necesitemos la presencia de nadie para hacer la vida, puede ser que llegue ese momento o puede que no.
Sin embargo, hay que prestarle atención a las señales. Una buena parte de la realidad se construye primero en el pensamiento, en las ideas. Si podemos pensar que ya no es necesario que nos congreguemos para discutir nuestros problemas es porque esa posibilidad está latente, cualquier grupo de dirigentes con poder puede apuntar en esa dirección y lograr que se concrete.
Hasta ahora nuestra humanidad se ha construido mediante un tejido social en el que ha sido indispensable el contacto, donde han estado presentes los olores, la calidez o frialdad de un gesto, donde la cercanía ha permitido captar la intensidad de un sentimiento, fuente de satisfacción y de desgracias.
Sin ese contacto es probable que la vida siga su curso. ¡Ah!, que sea humana es otra cosa.
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Justo anteayer se publicaba en el Diario El País un artículo donde tocaban un tema de los que planteas en tu texto, relacionado con lo virtual frente a las relaciones cara a cara, "La obsesión por ser feliz todo el tiempo te hace miserable", te paso el enlace por si lo quieres leer:
https://elpais.com/sociedad/2019/10/03/actualidad/1570124407_210391.html
En lo personal opino que son dos ámbitos de la vida bastante diferenciados, y que en materia educativa se han usado métodos virtuales desde hace mucho para ofrecer una educación de calidad a zonas rurales o remotas, lo cual me parece una iniciativa valiosa e importante para alcanzar una buena educación en territorios más distantes o despoblados respecto a las metrópolis. En fin, que no creo que se trate de sustituir un ámbito por otro, ni de demonizar una forma de relación respecto a la otra, aunque sin duda es triste que teniendo gente cerca en nuestro entorno prefiramos las relaciones virtuales y no disfrutar de la compañía de esas personas que están físicamente a nuestro lado, y eso está ocurriendo mucho actualmente.