Pensar en quienes somos y cómo hemos llegado hasta donde estamos siempre puede ser un trabajo complicado, expresarlo todavía más. Cuando uno incursiona en el camino del arte y la expresión creativa, es mucho lo que uno debe recorrer para llegar a la creación y verdadera expresión, en lo particular este recorrido para mí siempre ha sido algo tortuoso, doloroso, oscuro y he salido muy herida de todo lo que implica, pero definitivamente ha significado una fortaleza para mi carácter y me ha enseñado que explorarse es la única salvación que tenemos.

Por aquí viene la razón del trabajo que les traigo hoy, un estudio muy reciente de la perspectiva que tengo de mi vida y los caminos que he tenido que recorrer para llegar a donde estoy. Principalmente de esos caminos que no necesariamente elegimos. Todas estas búsquedas se intensifican cuando las vuelves parte de tu cotidianidad, en este caso en la Universidad me pidieron, para una asignatura, retratar en una escultura o pieza artística nuestra ancestralidad. Pero para entender qué es o cuál es nuestra ancestralidad, hay que saber de dónde viene.

La Conciencia

Si entendemos que el foco de nuestro pensamiento se encuentra en la consciencia y que de allí parte la lógica del pensamiento, el abanico de la mirada se extiende cuando empezamos a surcar por los terrenos del subsocniente y el inconciente. Nuestro conciente esta regido por nuestros 5 sentidos, el oído, el gusto, la vista y el olfato y a partir de ellos y su desarrollo nace la manera en la que vemos al mundo.

Y mucho hemos escuchado hablar del subconciente, aquella parte de nuestra mente a la cual no tenemos acceso, lo vemos como algo mágico y desconocido, pero realmente es tan sólo una cortina (membrana flexible) a nuestro pasado, aquello que nos identifica pero de lo que no somos completamente conscientes y es allí, luego del subconscinete donde se encuentra la Ancestralidad (inconciente). De hecho, es tan delgada esa pequeña cortina del subconsciente que a veces, con nuestro esfuerzo, ese inconciente consigue atravesarla y llegar a nuestro consciente, por eso los deja vu, ya que es nuestra conexión con nuestras vidas pasadas, o mejor dicho, con nuestras memorias. La memoria emotiva, intelectual, mítica o activa pueden llegar entonces a determinar nuestra originalidad y creatividad, porque es aquello que nos forma sin tener completa conciencia de ello.

Concebir una obra desde lo conceptual

Partiendo de esta búsqueda a la cual uno no puede acceder sino con un estado de consciencia más o menos despierto, se empieza a escabar sobre esas memorias que uno pueda sentir más proximas, ¿de dónde vengo? ¿de dónde vienen mis padres? ¿quiénes son mis antepasados? ¿dónde están realmente mis raíces? Y la respuesta es que quizás nunca lo sepamos con certeza, pero queda explorarse y seguir creanso a veces sólo con ese instinto que nos puede dar nuestra ancetralidad.

Para mí, y ya adentrándonos más a mi representación de la ancestralidad, no quise ni hacer una pieza abstracta ni tratar de ejemplificar lo que el abanico de la mirada (conciente, subconsciente e inconciente) representa para mí, sino algo mucho más personal, algo que naciera de esta busqueda y decidí plasmar los espacios que he habitado y me han habitado a lo largo de la vida.

Esta obra consta de 9 cuadrados dispuestos en tres líneas y divididos por color y temática, aunque no sé mucho de artes plásticas, esto fue un experimento más bien inocente sobre cómo llevar mis pensamientos al plano físico y tangible de la pintura.