Apego y Resiliencia
Barudy (2010) plantea que los buenos tratos en la infancia son los aportes de cuidados, afectos, estimulación, protección, educación y socialización necesarios para asegurar el desarrollo sano del niño y por ende la de una personalidad infantil altruista y feliz por lo tanto los buenos tratos parentales son fundamentales para el desarrollo de la personalidad infantil y de las capacidades resilientes. Barudy y Dantagnan (2010) proponen en sus investigaciones y evidencias empíricas a través de sus propias experiencias clínicas y la de otros profesionales que el bienestar infantil es producto del buen trato que el niño recibe, y éste a su vez es el resultado de la disposición de unas competencias parentales que permitan a los adultos responsables responder adecuadamente a las necesidades de los niños. Según Barudy (2010) existe una relación directa entre trastornos del apego, conyugalidad y parentalidad incompetente con estas investigaciones clínicas se ha argumentado que todas las formas de violencia intrafamiliares tienen como base un trastorno del apego. Los niños que tienen un apego seguro son hijos de padres suficientemente competentes. Los padres de los niños que presentan una modalidad de apego ansioso-ambivalente, presentan diferentes grados de incompetencias parentales, por lo que producen discursos y comportamientos negligentes tanto en el ámbito de los cuidados corporales como en los psicosocioafectivos. Los padres de hijos con un modelo de apego evitativo, manifiestan diversos tipos de incompetencias muy a menudo severas y crónicas. Los niños que presentan un modelo de apego desorganizado se relacionan con los adultos de una forma desorganizada y cambiante. Estas manifestaciones muestran una relación adulto-niño profundamente perturbada, en donde los padres presentan diferentes tipos de incompetencias severas y crónicas. Mientras más conscientes estén los padres del daño que sus propios padres les hicieron cuando niños, más recursos tendrán para intentar evitar hacerles el mismo daño a sus hijos. No existe una relación lineal entre la competencia parental y la capacidad mental de una persona. La capacidad empática de los padres está íntimamente relacionada con la capacidad de reconocer, aceptar y manejar sus emociones, cuanto más abiertos se hallen a reconocer y aceptar sus propias emociones, mayor será su destreza para comprender y manejar las vivencias emocionales de sus hijos. El ejercicio de una parentalidad sana, está en estrecha relación con la adquisición de esta capacidad. Diferentes investigaciones han mostrado la relación estrecha entre el desarrollo de la empatía y la experiencia en la infancia temprana de una relación de apego sano y seguro. Existe una estrecha relación entre malos tratos infantiles y la falta de apoyo social.
Cyrulnik (2010) y Franco (2014) establecen que un niño que vivió un vínculo seguro adquiere un mejor pronóstico de desarrollo y una mejor resiliencia en caso de sufrir una adversidad, al adquirir una manera positiva de ponerse en contacto con los adultos y de ver en ellos una base de seguridad. Por el contrario los niños que han vivido dentro de un entorno desfavorable y han sido educados siguiendo un patrón de apego inseguro, la evidencia indica que poseen menos posibilidades de resistir, perdiendo frecuentemente el contacto con la realidad, presentando trastornos psicosociales y conductuales.
Becoña y Franco (2010) proponen que desde un punto neurobiológico, y psicológico, la experiencia más vital e influyente es la que ocurre, para bien o para mal, en los vínculos de apego.
Cyrulnik(2010) plantea que frente a trágicas condiciones en la infancia se puede llegar a desarrollar la resiliencia.
Kotliarenco (2011) plantea la importancia del contacto con el otro, el contacto visual, los sonidos, el contacto corporal y el apoyo de una persona lo que permite iniciar un proceso de resiliencia.
Vega, Rivera, Quintanilla (2011) efectuaron un estudio con la finalidad de identificar los recursos psicológicos con los que cuentan los niños entre 6 a 10 años. Investigación cualitativa El instrumento usado fue la entrevista semiestructurada. La muestra estuvo conformada por 90 niños: 30 de cada grupo de edad. Los resultados manifiestan que los niños no sólo indican que están provistos de recursos internos y externos para responder a las dificultades que puedan surgir en su vida, sino que los utilizan en función de sus necesidades. En los tres grupos de edad se identificaron como recursos la capacidad de autorregulación, la capacidad de establecer nuevas relaciones sociales y las cualidades físicas. El resto de los recursos se diferenció en cada grupo por la independencia que los menores adquieren conforme se desarrollan. Se concluye que los niños resuelven sus distintas problemáticas de forma semejante a como lo hacen sus padres en casa.
Salinas, Villarreal y Silvente (2011) realizaron un estudio con el propósito de demostrar que el apego seguro, que se da con un vínculo afectivo positivo entre el niño y su cuidador principal, es uno de los factores protectores del individuo ya que aporta una base segura al niño que se representa a través de conexiones neurológicas, de manera que activa sus circuitos neuronales ante los estímulos y los asocia con un sentimiento de seguridad que determina, la forma con la que el niño desarrolla su aprendizaje, pensamiento, sentimiento y acciones como a la resolución de problemas
Calle (2012) realiza un estudio con el propósito de mostrar que las interacciones tempranas del bebe con su cuidador principal que determinan el desarrollo infantil, afectando directamente su cerebro, estableciendo condiciones para el proceso cognitivo y socioemocional del ser humano y su relación con la resiliencia. Propone una revisión histórica de la concepción de neonato, sujeto y desarrollo desde la psicología, el psicoanálisis, la etología y la filosofía antropológica mostrando evidencias psicobiológicas de la importancia que tiene el vínculo afectivo en el desarrollo infantil a través de los aportes de la psicología del desarrollo y de la neuropsicología infantil, concluyendo que el apego al potencializar el desarrollo humano, facilita la incorporación psíquica de tutores de resiliencia en los niños aún en momentos de adversidad.
Gómez (2014), realiza un estudio con el propósito de identificar la presencia de resiliencia y la dinámica de los factores que la implican. La muestra estuvo conformada por 140 niños de 9 a 12 años de la Unidad Educativa General "Esteban Arce". y niñas entre 9 a 12 años, muestra no probabilística de sujetos tipo. Se identificaron 31 niños y niñas que viven en familias monoparentales.
Los instrumentos usados fueron en primera etapa un cuestionario de identificación y descripción de datos particulares, con el fin de indagar sobre la monoparentalidad. En la segunda parte, se elaboraron ocho preguntas abiertas, cuyo contenido aborda la situación familiar en la que viven los niños y niñas. La resiliencia fue medida con la Escala de Resiliencia Escolar de Saavedra E. y Castro A. (2008). El instrumento fue en Chile, a través de una investigación con 300 sujetos.. Los factores que mide la escala son: Identidad – autoestima, Redes – modelos, Aprendizaje – generatividad, Recursos internos, Recursos externos. Los resultados muestran una estimación general de la capacidad resiliente en los niños y niñas que viven en familias monoparentales. También se evaluó la presencia y el nivel de cada factor que interviene o constituye la resiliencia. Se concluye que los niños y niñas de 9 a 12 años que pertenecen a familias monoparentales son resilientes. Mediante la aplicación de la Escala de Resiliencia Escolar se pudo identificar distintos niveles de la capacidad en los niños y niñas, la mayoría de ellos manifiestan un nivel medio, Ninguno de los sujetos evaluados carece de capacidad resiliente, lo que lleva a fortalecer esta capacidad y mantenerla.
De Paz(2014) realiza un estudio con el propósito de establecer si los niños recluidos en Casa Hogar Mi Pequeño Refugio de Quetzaltenango sufren de una resiliencia inestable, la muestra investigada fue conformada por 75 niños y algunos adolescentes; entre las edades de 7 a 16 años. Se utilizó un test de la facultad de teología, llamado Prueba de Resiliencia de la Universidad Rafael Landívar Campus de Quetzaltenango. Se concluyó que los niños de Casa Hogar Mi Pequeño Refugio manejan una resiliencia estable, pero hay momentos en que ésta es afectada por distintos factores como la ansiedad, la depresión, la falta de autoestima.
Pérez (2016) da a conocer aspectos resilientes mediante el relato de un niño de 10 años de edad, se basa principalmente en la teoría de resiliencia de Boris Cyrulnik y demuestra situaciones adversas particulares de la vida que determinan cambios en el proceso de adaptación y crecimiento en el niño, considera otros relatos de familiares y de redes significativas que consolidan y demuestran el proceso resiliente en el niño. La investigación pone en evidencia el papel de la familia como recurso externo con una importante contribución en la adaptación resiliente, pero con el uso sistemático del castigo psicológico y desconfianza frente a las cualidades adaptativas del niño
Ospina y Nuñez(2017) realizaron un estudio con el objetivo de comprender la relación existente entre resiliencia y apego a través del análisis teórico y práctico de cuatro casos. La muestra estuvo conformada por 4 niñas entre los 6 y los 12 años de una Fundación al norte de Quito. Los instrumentos de medición fueron la información recogida en el trabajo terapéutico realizado durante un año, su consecuente reporte de sesiones, así como la interpretación de pruebas proyectivas. Los datos obtenidos fueron sometidos a una reflexión cualitativa clínica, se relacionó la teoría con las evidencias obtenidas, desde un análisis de discurso, lenguaje verbal y no verbal, así como de las interacciones de las participantes con su entorno. Concluyendo que un ambiente seguro, propicia habilidades resilientes a favor del desarrollo del niño. Así, el buen trato, el cuidado y la protección por parte de cuidadores primarios, prepara a los niños para crecer sanamente y lograr enfrentar la vida diaria, lo que los lleva a desarrollar su resiliencia.