El espacio natural nos permite reconocernos con claridad...
Vamos caminando sorteando nuestras propias expectativas, acelerados, agitados quizás, perturbados por la constancia y la manera en la que los pensamientos fluctúan de forma agresiva, a veces negativa y circunstancialmente positiva. Atormentando nuestra forma de ver el mundo, desde una percepción distorsionada, a través de esas emociones fuera de control.
Luego, en medio de todos esos movimientos, simplemente coincidimos con la naturaleza, nos encontramos en ella, nos sorprendemos una vez más en ese ineludible encuentro. Así, en ella nos reflejamos y todo se disipa. Una gran carga mineral vuela por la tierra, pues se reconoce en ella y así nos aclaramos, nos despejamos, lo hacemos en ese nivel de conciencia y en este ritmo cardiaco, se serena la mente, por la impresión que le regala el descubrimiento del reino natural que es donde pertenece.
De repente se genera en nosotros una luminosidad infinita, prisma de colores exactos, donde nos reconocemos sin ningún tipo de duda, titubeo u expectativa. Somos, permanecemos, nos acoplamos a ese ritmo en el que nos encontramos y agradecemos tener la fortuna de movernos aquí, ahora.
Ya recargados del esplendor natural que no es más que nuestro mismo esplendor, hayamos la diferencia entre el mundo artificial que hemos creado a similitud de formas y dinámicas naturales, para ejercer un control efímero sobre aquello que creemos es nuestro y es de todos.
Cuando comprendamos que no existe separación, que somos uno, que no es esto, aquello, otros, ellos… Que somos nosotros aquí y ahora. Veremos a través de esa diferencia que tú has sido un aprendizaje maravilloso para volver a la percepción infinita de las cosas, donde nada acaba o termina, donde todo sirve, brilla… Donde la cuantía no dice nada, donde en gratitud todo se aprecia, todo vale…
Gracias!
que maravilla de lugar