El mundo no es ninguna maravilla, nunca lo ha sido, nosotros tampoco, pero siempre hay un destello de belleza que va a subsistir en el tiempo.
Pocas cosas duelen más que perder la juventud, no sólo por el paso del tiempo efímero que se desvanece como arena dentro de un reloj sino también porque lo que en realidad perdemos es algo de nosotros mismos, de cómo éramos entonces, de las ilusiones y sueños que nos saturaban, de las emociones que sentíamos, con una virulencia desconocida, de las ansias de comerse el mundo, de la convicción de que el amor duraría para siempre y nos salvaría de todo. De la pérdida de ese reflejo joven en el espejo .