Primera vez en la peluquería

En esa foto tenía 3 años . Mi abuela preparó un pancito con queso y Toddy. Después dijo que me tenían que tomar una foto porque ya estaba grande y tenía que ir al preescolar (no entendí muy bien como se relacionaban la fotografía con el preescolar). Cuando llegamos a la tienda, tenía un letrero rojo, yo sabía su signicado, adentro no había nadie.

Al final del pasillo, había un tobogán, solo, metálico y limpio, parecía el mejor lugar para esperar al señor de las fotos. Emocionada, di dos pasos antes de que mi abuela me tomara del brazo y cruzaramos a la "Peluquería de Cecilia". Nada que temer, yo ya había estado ahí, acompañaba a mi Mamá y otras mujeres de mi familia, me gustaba el piso resbaloso.

Esta vez fue distinto, me sentía observada, una señora de nariz ancha y voz gruesa comenzó a pedirme que me sentara en la silla que tenía un chorrito de agua. Intentó acercarse a mí retrocedí recelosa y me escondí en las piernas de mi abuela, ella le hizo una señal de "Alto". La mujer retrocedió, al mismo tiempo, una mujer sonriente, de mejillas rojas y olor a talco me indicó que me sentara en otra silla, era diferente, tenía un payaso y daba vueltas.

Se acercó una mujer con la pistola de aire caliente, venía hacia mí, yo estaba sentada en la silla, no Mamá.
Comenzó como un calor agradable, pronto se convirtió en ardor, intenté pararme de la silla, pero mi abuela me sujetaba y la señora afincaba más el secador, sentía calor en los cachetes, un poco por el llanto y otro poco por el secador. Me sentí traicionada. Al terminar, solo quería, un abrazo de mi papá, contarle que me dolía, llorar y que me prometiera, como cuando ibamos a vacunarme, que eso era por mi bien, para que no me enfermara, que por eso dolía tanto y que me compraría un chocolate.

La señora de la verruga me regaló una chupeta, la recibí porque pensé que tal vez me obligarían a quedarme ahí si era grosera. El sabor de la chupeta amarilla era mi favorita, la azul, sabía como medicina para la tos. Hice una tregua secreta con mi abuela, tomé su mano para que me llevara a casa. En vez, retomamos la primera misión del día, sacar la foto.
El último recuerdo que tengo, es el de un hombre regordete y con aliento a menta pidiéndome sonreír para que la foto quedara bonita (y para eso no me llevaron a la peluquería pues?) Mi abuela me dijo que me compraba una malta cuando terminara - Ya no quiero nada- mis ojos se pusieron llorosos y mi nariz se comenzó a tapar.
-Tome la foto así joven, ella comienza el preescolar el lunes-