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Las lavanderas de Cumaná

Muchas veces les he contado historias de mi querida suegra QEPD, justamente el día 9 de marzo se cumplió el primer año de su fallecimiento.
Cuando vi la pintura de las lavanderas, recordé con nostalgia las historias que me contaba, de la Cumaná de hace 100 años y que ella vivió.

Afortunadamente, guardo muchas notas de sus recuerdos y de las tardes que compartimos entre historias de su vida. Yo no tengo tan buena memoria como ella y no quiero que se pierda su voz.

Como un homenaje a su memoria vamos a trasladarnos en nuestra imaginación al escenario que nos ofrece Eero Järnefelt a través de @solperez en su pintura Lavandería en la orilla del río, (1889) y escuchemos lo que Anita me contaba.

… Puerto Toporo, era un ramal del río Manzanares donde íbamos las muchachas a lavar la ropa, quedaba cerca del lo que hoy se conoce como «El parque Ayacucho» Todo eso por ahí era muy diferente de como es ahorita, muy cerca estaba también el hospital que ya no queda por ahí.
Era el hospital de los padres Capuchinos y vestían con un hábito atado con un cordón. Las monjitas también atendían allí y ayudaban a sanar a los enfermos. El hospital se encontraba ubicado en la calle Cantaura.

A esa parte del río íbamos las muchachas a lavar, caminábamos en procesión desde Chigüire con las cestas llenas de ropa. De mi casa, iban dos muchachas que tenía mi mamá como ayudantes y yo las acompañaba. Pasábamos todo el día allá, lavando entre las piedras del río.

Para lavar y blanquear la ropa utilizábamos una pala hecha con una costilla de res y con eso se frotaba cada prenda. Como jabón usábamos un cardón, le quitábamos la concha y las espinas, este vegetal producía espuma y la ropa quedaba blanquita.

Lo malo era cuando el río venía crecido, entonces se ponía como chocolate y teníamos que echar alumbre para que el barro que venía alborotado se asentara en el fondo y el agua se ponía clarita.

Nosotras íbamos recalando en la tarde cuando todas terminábamos de lavar.

El regreso estaba lleno de risas por todos los chismes e historias que habíamos compartido durante esas horas.
Eso era bien bonito pasar el día ahí entre la naturaleza.

Es fascinante conservar sus memorias y preservar un poquito la historia de los lugares que ya no existen, trasladarnos con la imaginación a otros tiempos donde permanecen la huellas de nuestros antepasados.