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MI MANO IZQUIERDA ME RECLAMA
Mi mano izquierda me reclama que la he relegado a un segundo plano,
y que ni siquiera me masturbo con ella. Yo le hablo sobre su ya fenecida
capacidad de soñar. La mano derecha al menos sueña con jóvenes
desnudas, bañándose en las fuentes de las plazas públicas de Esparta,
mientras sus trecientos héroes están cazando persas en un muro cercano
al mar. Ella cabizbaja comprende y cierra su puño en señal de silencio.