¿QUIENES SON LOS DANZANTES DE TIJERAS?

in #cultura7 years ago (edited)

  “DANZANTES DE TIJERAS” 

Colorido, musicalidad, ritmo, armonía, energía, habilidad, agilidad, poder, y sentimiento, desplegados en un encuentro o contrapunto fraterno de runas especiales. Así es el Danzaq Atipanakuy, o el arte de los danzantes de dijeras, de “los bailarines del diablo” como quieren señalar los evangelizadores que, hasta el día de hoy, no quieren o no pueden mirarnos. 

Es una danza tradicional muy antigua que llegó de las comunidades de la nación Chanka, hasta las grandes ciudades del Perú y el Mundo, bajo las formas artísticas convencionales, para convertirse poco a poco a lo largo de cerca de medio siglo, en uno de los símbolos más destacados y vistosos del arte y la cultura andina. 

Si preguntásemos una y otra vez a quienes son sus cultores más genuinos, respecto al origen de esta danza, posiblemente no tengamos por respuesta más que el escueto: “Es costumbre, pues cada pueblo tiene su costumbre”. Y es verdad, esta danza ritual, es tradición desde el tiempo de nuestros abuelos y en esa dimensión se pierde. Es una de las pocas tradiciones andinas pre-hispánicas que se han mantenido vigentes y siguen siendo parte importante en la v ida de las comunidades donde tiene su origen. 

Las referencias históricas que se tienen respecto a estas “costumbres paganas”, “hechicerías”, o posesiones “demoníacas” se remontan al movimiento de resistencia indígena conocido como Taki Onqoy y que se desarrolló en el periodo comprendido entre 1560 y 1570 aunque su repercusión duraría muchos años a lo largo de las comunidades andinas, en respuesta a la campaña criminal de la “extirpación de idolatrías” desatada por los españoles para someter a los indios a la servidumbre y la esclavitud. 

Espiritualidad, fe y relación con la Pachamama 

Esta rebelión espiritual consistió en rechazar la prohibición de las ceremonias rituales de fe y relación vital con la Pachamama y los Apus, en contra de las disposiciones católicas y de la Colonia quienes reprimían brutalmente toda infracción a su voluntad. 

Comunidades nativas de Rukanas, Antamarkas, Chilqis, Qawanas, Soras, y muchas otras a lo largo del Valle de Sondondo en el actual departamento de Ayacucho, fueron convocadas a continuar con sus tradiciones ancestrales y no abandonar la relación de amor y armonía de los seres humanos con la Pachamama, pese a la bestialidad de la agresión que eran víctimas. Estas tradiciones espirituales eran vistas por la Iglesia como “diabólicas” y a los indios como “hijos del diablo”. 

Los danzantes de tijeras vienen a ser “descubiertos” durante este periodo y proceso de represión colonial. No se sabe cuántos de ellos fueron ejecutados además de los más de 8000 indios que sufrieron represión por esta acción de rebeldía espiritual. Aunque la persecución y la caza de brujas continuó y continúa hasta el día de hoy bajo nuevas formas, la verdad de la cultura andina ha prevalecido y se han mantenido en pie sus tradiciones, por más de cinco siglos. 

Para lograrlo, se mimetizaron y superpusieron en las tradiciones católicas de los invasores que se establecieron a sangre y fuego. El nombre de “Taki Onqoy” como se lo conoce, algunos lo traducen como “El Baile de la Enfermedad”. Otros, como el “Canto que Enferma”. No hay aún una certera traducción e interpretación de todo lo que implicaba, pero cuentan los propios extirpadores de idolatrías que una de esas prácticas consistía en que algunos indios eran poseídos por las huacas y en ese trance hacían extraños bailes y contorsiones…. A lo que dichos curas consideraban posesiones demoníacas. 

Se sabe que un líder importante del movimiento conocido como “Taki Onqoy” fue el curaca Juan Choqne. Y uno de los colaboradore s de la represión implementada por el cura Albornoz, durante la campaña para “extirpar” estas idolatrías fue Huamán Puma de Ayala, quien sería luego el más importante cronista de origen indígena. Ambos, sin embargo, aparentemente enfrentados, fueron haciendo lo necesario a su alcance, para mostrar y preservar la cultura andina aún en el contexto del poder colonial racista, plagado de persecuciones, que se imponía. También sabemos que el movimiento no solo abarcó los ayllus Rukanas, Antamarcas y Soras así como, todo el valle de Sondondo, sino que repercutió por todo el territorio sur andino hasta el altiplano. Y aunque la Iglesia se precia de haberlos derrotado, los hechos muestran la supervivencia de las tradiciones ancestrales y en muchos casos su proceso de difusión es incontenible. 

De forma particular con esos “extraños bailes y contorsiones demoníacas” nos referimos al Danzaq Atipanakuy y bien vale la pena explicar alguno de sus alcances, para quien quiera compenetrarse con la cultura andina sin prejuicios fanáticos ni racistas. 

¿Por qué y cómo sobrevive el Danzaq Atipanakuy? 

Es difícil explicar lo que es una danza de origen espiritual y ritual, pero precisamente el Danzaq Atipanakuy es una tradición de los ayllus, relacionada con dos épocas fundamentales del año en nuestras vidas: la fecundación de la tierra o siembra, la del fructificar y la cosecha. Cada ayllu, cada pueblo tiene su calendario especifico y sus formas específicas de cómo ha conservado esta tradición, sin embargo, un cordón umbilical los une y es el carácter sagrado de estas celebraciones. 

Los danzantes de tijeras salen por costumbre natural durante abril-mayo y agosto-noviembre según la propia adaptación de sus comunidades al calendario vital. 

Lo hacen en el contexto de las celebraciones propias de los ayllus como también en las festividades católicas; sin embargo, desarrollan con mayor profundidad las propias. Esto es debido a coincidencias, por un lado, y deliberada mimetización, por otro lado. Porque para lograr sobrevivir, tuvimos que adaptarnos a situaciones adversas. 

Con el tiempo le dimos un paulatino giro a las festividades y celebraciones porque nuestra cultura tiene profundas raíces y es poderosa. Los “indios” aprendimos a ejecutar instrumentos musicales como el arpa y el violín… ¿de quiénes? Precisamente de los curas extirpadores de nuestras “idolatrías”; usamos el arpa y violín para ejecutar música, nuestra música profunda y sentimental. Logramos que nuestro espíritu quede impregnado para siempre en estas obras musicales de nuestros ancestros. 

Aprendimos también el uso de indumentarias y herramientas de origen extranjero y le dimos las condiciones de utilidad para nuestro pueblo, para nuestras familias. Incorporamos elementos, asimilamos todo aquello que es beneficioso; no confrontamos por confrontar, por eso hemos sobrevivido y hemos hecho que nuestras costumbres sobrevivan, Si observamos con detenimiento, no hay mucho de “indio” en la vestimenta del Danzante ni hay tijeras en sus manos. Hay una aparente mixtura de elementos milenarios con elementos traídos por los invasores, y el proceso sigue su curso, pero la esencia de la Danza, aunque se pierde y distorsionan en escenarios teatrales, conserva muchas cosas de nuestra espiritualidad y nuestra cultura, aunque muchas veces, procesos de aculturación, hacen que no podamos visualizarlo conscientemente. 

Las Fiestas y celebraciones con Danzaq Atipanakuy 

El 3 de mayo se inicia la Fiesta de las Cruces, pero mientras la Iglesia católica está invocando a la Cruz Cristiana, símbolo de la crueldad contra el hijo de Dios , nosotros consiente o inconscientemente estamos reestableciendo la comunicación con la cruz del sur en el firmamento y celebrando las bendiciones de la Pachamama que nos permite estar próximos a cosechar los frutos de la tierra que trabajamos para el alimento de nuestras familias. En algunos pueblos Rukanas, el Danzaq sale a media noche precisamente para posesionarse del escenario donde sea posible la vinculación con la cruz del sur. Tienen el Atipanakuy toda la noche hasta que llegue la aurora. 

En agosto, septiembre y hasta noviembre se celebra la Sékia, o Fiesta del agua, o Yarqa Aspiy. Celebración fundamental en el múltiple universo de la cultura andina. Porque es en el agua donde se origina la vida. Celebramos a nuestros Apus, poderosas montañas dadoras de vida, de cuyas venas brota la savia cristalina la cual va a ser encaminada a saciar nuestra sed, como la sed de la tierra que ha sido ya preparada para recibir la semilla y ser fructificada. 

Los curas vieron “posesiones demoníacas”, pero no es otra cosa que la manifestación del espíritu de los Apus montañas a través de los Danzaq. Cada uno de ellos ha elegido su Apu-protector en las ceremonias secretas de iniciación y ha realizado su Chaninchay o “Pagapa a la Pachamama. Las “sirenas” o cascadas en los ríos que descienden de dichas montañas son el escenario esencial en el cual se inicia la invocación y relación espiritual profunda con los Apus montañas. 

Es a partir de ello que el Danzaq será cualificado para ejecutar los más bellos y poderosos movimientos rítmicos que nos muestra. Asimismo, nos muestra la belleza de la vida. Una vez más la armonía y equilibrio que se requiere mantener entre todos los seres vivos, bajo cualquier circunstancia. La parte de las “pruebas” del Atipanakuy, que hoy adquiere ciertas distorsiones en aras del espectáculo comercial, no es sino la forma como nuestros Apus montañas muestran su poder a través de los Danzaq. Aquí no se trata de “fakirismo” ni masoquismo, o el querer lastimarse, sino de mostrar una vez más que el poder natural es parte esencial del vivir en nuestra cultura andina. 

El Danzaq Atipanakuy es fuente de irradiación cultural. 

Esta danza ritual-espiritual esconde, si cabe la expresión, muchísimo más cultura de lo que se puede ver en un espectáculo. Hay muchas enseñanzas que aún no visualizamos y que se irán descubriendo poco a poco hasta recuperar la memoria completamente. 

No importa cuán distorsionada pueda verse hoy en los espectáculos comerciales, ni cuán verdaderos o falsos, buenos o mediocres sean los jóvenes que se inclinan a la práctica de esta danza ritual, como arte. Hay Danzaq’s que son realmente maestros, hermanos mayores que siempre hemos respetar su sabiduría. Por otro lado, el solo hecho de iniciarse en la misma, ya es un contacto con su pueblo, un primer paso en su crecimiento espiritual y cultural; un camino elegido que lleva necesariamente a afirmar su identidad nacional y el aprendizaje de valores ancestrales que permitan vivir una vida digna y libre. Las condiciones de supervivencia y crecimiento del Danzaq Atipanakuy en nuestros ayllus también es cada día más difícil, debido a muchos factores distorsionantes y lamentables. El alcoholismo y el mercantilismo han enfermado muchas de nuestras festividades. Pero, si hemos sabido sobrevivir más de 500 años, es seguro que sobreviviremos a este proceso de enajenación moderno. 

El “pacto con el diablo” del que se habla tienen los “Danzantes de Tijeras” no es más que en efecto un pacto, pero con nuestra Pachamama a través del espíritu del Huamani o Apu-Montaña, a través de la purificación en las “sirenas”. Hay que entender que el Huamani, la Persona- Montaña, Apu especifico poderoso protector de un ayllu o comunidad, no es más que uno de los rostros, uno de los órganos de la Pachamama. Nuestra madre vida, madre cobijadora, madre mundo, madre de toda la vida y todos los vivos. 

El Danzaq Atipanakuy es una forma de vincular y tejer una relación espiritual con la Pachamama a través del espíritu de nuestros Huamanis o Apus-Montañas. Su gran virtud consiste en mostrar a través de sus pasos y movimientos corporales, que son en etapas muy específicas y secuenciales, que la música, la belleza, la armonía y el equilibrio son, a la par con la habilidad del poder, elementos que hacen fructífera y alegre la vida de los ayllu o comunidades. ¿Qué nos puede transmitir el espíritu de los Huamani, sino un mensaje de amor a la vida de armonía y equilibrio entre todos los seres que vivimos cobijados al amparo de la Pachamama? 

Si este es el pacto con el diablo para las mentes coloniales, ¡Qué le vamos a hacer! Así será, pues.   

Artículo publicado en la revista QAWAQ Nro. 2 en Junio del 2008  

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Buena información, gracias por compartirla

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