Se presentó con excesiva confianza, toda ella, muy segura de sí misma…

Acababa de levantarme y salí al patio a tomar un poco del cálido sol mañanero entonces ella llegó.

Tal como una amiga a la que tenía tiempo sin ver, me tomó la mano y estuvo un buen rato jugando con ella, explorándola sin querer soltarla. Asií mismo me dio el permiso de tocarla, de jugar igualmente con ella entre mis dedos, compartiendo nuestra calidez.

Cuando escuché su nombre. —Ennya— lo comprendí, era el nombre de mi musa, era mi hada que se aparecía para insuflarme con su fuego creativo. Continuamos conectados por un buen rato que me pareció una eternidad, hasta que creí escucharle un murmullo que decía: — listo, ya estás de nuevo inspirado—.

Y así como llegó, se fue. Desplegó suavemente sus alas y alzó vuelo. Toda ella, con su excesiva confianza, muy segura de sí misma.

Quedé agradecido por su visita.